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Mad Warrior

Críticas de Mad Warrior

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Ciudad muy Caliente Ciudad muy Caliente 13-10-2022
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En las calles de Kansas City reina la ley de la corrupción, la ambición, la violencia, en definitiva, la de los consabidos gángsters.
Sólo dos valientes como el teniente Speer y el detective Murphy pueden detenerla. Por separado son duros, pero juntos...¡qué tiemble la ciudad!

A lo largo de los años, los géneros clásicos han ido mezclándose con otros o cayendo en su demolición por medio de la más simpática autoparodia; ha ocurrido con el ¨western¨ el terror, el bélico y, cómo no, también con el cine negro. El mismo año que se estrenaron dos títulos del ¨noir¨ que todo fan debe conocer (la buena ¨Polar¨ y ¨Érase una Vez en América¨ , pieza emblemática del género), éste se mezclaría con la comedia en un proyecto de dudoso carisma: ¨Ciudad muy Caliente¨.
Su ejecución desató un hervidero de conflictos desde que un entusiasmado Blake Edwards lo pusiera en marcha años antes, pero se topó con un muro que no pudo escalar, y tenía por nombre Clint Eastwood, quien hizo un paréntesis tras ¨Impacto Súbito¨ para cumplir su deseo de trabajar con su amigo Burt Reynolds. No obstante las diferencias creativas con el veterano cineasta fueron tan grandes que acabó por despedirlo (una lucha de egos en toda regla), y es que a Eastwood, y eso todos lo saben, le gusta tener el control de la producción desde dentro y desde fuera, así que para la ocasión contrataría a alguien más manejable y menos problemático.

Ése fue Richard Benjamin, actor reciclado en realizador que estaba cosechando bastante éxito con su último trabajo, ¨Adiós a la Inocencia¨; por su parte, Edwards firmó el guión como Sam O. Brown (en referencia a su film ¨S.O.B.¨, cuyas siglas significan ¨Standard Operational Bullshit¨). La historia se inicia con una secuencia que despide esencia de auténtico ¨noir¨ por todos sus poros, cuando vemos al espigado teniente Speer atravesando un callejón envuelto en sombras bajo una fina llovizna y entrar en un bar cercano; su rostro contraído y amargo (el de Eastwood) no augura nada bueno.
Pero la intriga que se podía intuir y la oscuridad imperante que hacían de esta apertura algo muy prometedor se van al traste con la intromisión de Murphy, un detective encantador e intencionadamente gracioso que tiene varias rencillas con miembros de la mafia y comparte un pasado con Speer, pues tiempo atrás fueron compañeros en el cuerpo. El verdadero motor de esta fábula gangsteril situada en la Kansas City de los 30 arranca cuando Diehl, socio de Murphy, es asesinado por el mafioso Pitt, y el elemento de la discordia resulta ser el libro de cuentas de Leon Coll, otro poderoso señor del hampa. Sucios tratos que repercutirán sobre el pobre Murphy.

Pero en toda esta salsa de traición, muerte, chantaje y secuestro cocinada a fuego rápido hay un problema: Benjamin no posee el talento necesario para desplegar sabiamente los códigos del cine negro ni mucho menos se acerca a la destreza para el humor que tanto caracteriza a Edwards. Y es que el film no sabe muy bien por qué género decantarse durante todo su metraje, el cual pasa de la comedia más absurda donde el protagonista es Murphy a un ¨thriller¨ cargado de acción y violencia liderado por Speer, y cuando ambos personajes se unen en pantalla el resultado, lejos de ser atractivo (que algo es...), se adivina torpe y en pleno desequilibrio.
El que nunca se pretenda alcanzar el nivel dramático (segundos después de contemplar a su socio muerto, Murphy seguirá con su tonta verborrea y sus chistes baratos) convierte lo que podría haber sido un ¨noir¨ mordaz y áspero en una comedia que debe más al ¨slapstick¨ de Keaton o de los dúos clásicos en la línea de Abbott y Costello que al cine negro en sí, del cual se disfraza muy convenientemente. Y es que nada puede faltar en el imaginario dispuesto por Benjamin: los combates de boxeo, los clubs de barrio viciados con el olor del humo y el alcohol y el sonido de las dulces melodías de ¨jazz¨, las cafeterías oscuras, los intensos neones a la puerta de los cines, las Thompson, los sombreros de fieltro, las gabardinas...

Un imaginario donde no faltan los torpes matones, los malvados jefes de la mafia, las damas desvalidas y los policías rudos y expeditivos al que el fan del género siempre desea volver, tanto más cuanto que su atmósfera se perciba tan sugerente y sombría como antaño, lo cual consigue el buen diseño de producción, la cálida y envolvente fotografía de Nick McLean y la genial partitura de Lennie Niehaus (donde participa Eastwood), y es que por sus virtudes técnicas el film no desmerece en absoluto. Aquí...pero quizas sí en todo lo demás.
Las decentes secuencias de acción, de una violencia justita, y el suspense propio de la trama, conducen a los personajes a enzarzarse con los villanos en un alocado desenlace que podría haber sido sorprendente de estar firmado por Edwards. A esto se une la poca química que Burt Reynolds y Clint Eastwood muestran en pantalla, éste deudor de los duros del cine como Mitchum o Bogart y con un estilo cercano a los antihéroes que hizo para Leone y el primero con un ¨look¨ a lo Clark Gable sin dejar un momento su vis cómica, que tediosa termina resultando. No así resulta simpático ver a estos dos astros de consumadas carreras autoparodiándose sin vergüenza alguna.

Correctos Rip Torn, Jane Alexander (cuyo papel casi encarna Sondra Locke) y Tony LoBianco; el mejor, un muy poco aprovechado Richard Roundtree, y de por medio la fugaz aparición del mítico Jack Nance. Los percances durante el rodaje no presagiaron nada bueno...y así fue.
Pese a ser un discreto éxito de taquilla por la expectación de ver a Eastwood y Reynolds juntos, no logró el favor de nadie, ni siquiera el de éste, que la detestó con toda su alma; Eastwood, por su parte, siguió su carrera como si tal cosa. Una producción que mucho podría haber sido pero en nada se quedó; si he de elegir un film que combine el cine negro con la comedia yo prefiero ¨La Maldición del Escorpión de Jade¨.


U.S. Marshals U.S. Marshals 13-10-2022
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Un peligroso criminal anda suelto por los prados, colinas, ciénagas y demás paisajes del territorio americano, y pronto llegará a la ciudad...
¿Quién puede estar más cualificado para atraparle que el eficaz grupo de los marshals?, ¿y quién mejor para llevar el caso que Samuel Gerard? Posiblemente nadie.

En 1.993, el director Andrew Davis dejó patente una vez más su destreza en el cine de acción e intriga (cosa que ya había hecho, por otra parte, en títulos como ¨Alerta Máxima¨ o ¨A la Caza del Lobo Rojo¨) con la que fue su obra más exitosa, ¨El Fugitivo¨, llevando al universo cinematográfico la hazaña del dr. Richard Kimble, cuya permanente huida de la ley tenía como objetivo desenmascarar al hombre que asesinó a su mujer, y que tantos episodios ocupó en la conocida serie de televisión de mismo nombre creada por Roy Huggins en la década de los 60.
Las expectativas puestas en esta nueva versión fueron recompensadas con un sinfín de premios y el alcanzar el 3.er puesto entre las películas más lucrativas de 1.993, logrando una recaudación que superaba en cinco veces el presupuesto. No es extraño que los ejecutivos de Warner Bros. quisieran capitalizar los beneficios de aquella obra, por lo que, cinco años más tarde, se puso en marcha un curioso proyecto con guión de John Pogue (¨The Skulls¨, ¨Rollerball¨) estando esta vez tras la cámara el veterano editor reciclado en realizador Stuart Baird, quien había debutado poco antes con la también exitosa ¨Decisión Crítica¨.

La idea fue recuperar no al protagonista de ¨El Fugitivo¨, sino a los agentes encargados de su captura, al equipo de marshals compuesto por Biggs, Newman, Renfro y Savannah Cooper (Erin Poole en la anterior) y a su estoico e infatigable jefe Sam Gerard. La trama se centra en Mark Warren, un tipo al que no acompaña la suerte a raíz de que su arma fuera encontrada en su vehículo tras un grave accidente de tráfico, un tipo acusado de asesinato que debe viajar a New York encadenado a la espera de un juicio; mientras tanto, irrumpen los hombres de Gerard en una misión cualquiera que terminará con éste siendo obligado a escoltar a un preso para contentar a su jefa.
Historias paralelas que confluirán en un trágico accidente aéreo con muchas incógnitas sobre la causa aún pendientes. Dicho esto lo siguiente entraña pocas sorpresas; ¨U.S. Marshals¨ se acoge a la estructura y la forma de su predecesora desde el mismo instante en que el avión siniestrado sustituye al autobús; el fugitivo cambia de color y de nombre pero los procederes serán prácticamente los mismos, desde la huida por carreteras secundarias y accidentados paisajes hasta la llegada a la ciudad. Con gran alarde en el manejo de la intriga y la acción, y copiando sin vergüenza los patrones que guiaban a Andrew Davis, Baird nos introduce en una cacería del todo frenética.

Sin embargo nada hace sospechar, en principio, que el tal Mark Warren pueda ser atrapado, y en esto radica una de las principales diferencias entre los dos films: mientras que a Kimble, un simple doctor, el asesinato de su esposa le inspira la suficiente fuerza para continuar, casi no hay problema en el que el nuevo fugitivo no pueda desenvolverse gracias a su entrenamiento como agente del Servicio Secreto. Juegos continuos de identidades (Warren cambiará tres veces de nombre), secretos de Estado, relaciones internacionales extraoficiales y agentes dobles; ingredientes más propios de una novela de Tom Clancy.
Todo ello adornado con una feroz algarabía de persecuciones y saltos sin tregua, dosis de humor cuya presencia durante toda la película resulta excesiva y algo incómoda, y un extraño en el equipo de Gerard como novedad y como disparador de la duda, John Royce, quien desea vengarse del hombre que mató a sus amigos. Pero, desgraciadamente, ni la premisa (un agente traicionado por sus corruptos compañeros) ni la cacería poseen la misma fuerza dramática o la tensión que la concerniente a Kimble, y eso que Pogue hace lo posible por decorar el argumento con inesperados giros de guión (el que atañe a Newman me repugna...) e interesantes revelaciones de los organismos militares norteamericanos más ocultos.

Como montador experimentado en el cine de acción, Baird sabe conducir la película de manera calculada y veloz durante las dos horas que dura su metraje, sirviéndose de unas secuencias de acción bastante espectaculares y un nivel de violencia estándar (ni muy edulcorado ni muy brutal) para una producción de evidente tirón comercial como es ésta. Lo más decepcionante sin duda es el uso innecesario de esos ¨flashbacks¨ explicativos, esa solución tan precipitada, directa y masticada que nos ofrece Pogue y la presencia de un personaje tan aparentemente significativo pero irrelevante como es el de Marie, encarnado por la guapísima Irène Jacobs.
Por su parte, Tommy Lee Jones vuelve sin reparos al papel que le hiciera conseguir el Oscar destilando dureza y parquedad aunque con una considerable reducción de carisma, enfrentado esta vez a unos correctos Wesley Snipes, cuyo Mark Warren no se aparta mucho de los personajes que interpretó anteriormente (y que no dejaría de interpretar), y Robert Downey Jr., más detestable que de costumbre. Regresan los geniales Dan Roebuck, Joe Pantoliano y Tom Wood junto a Latanya Richardson, reemplazando a L. Scott Caldwell.

¨U.S. Marshals¨ se encontró con un aluvión de críticas negativas en el momento de su estreno, no así consiguiendo unos resultados nada desdeñables de cara a la taquilla (y eso que competía con ¨Titanic¨, nada menos).
Estar a la altura de la obra original de la que surge es imposible, pero nadie podrá negar que se trata de un ¨thriller¨ de acción efectivo y entretenido de principio a fin rodado por alguien con madera de artesano. Concedámosle ese beneficio al que fue el segundo y penúltimo film en la carrera de Stuart Baird.


Un Pez Llamado Wanda Un Pez Llamado Wanda 13-10-2022
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¿Qué tienen en común un viejo abogado de aburrida vida, una dicharachera ¨femme fatale¨, un asesino a sueldo pseudointelectual y un tartamudo amante de los animales?
Pues aparte de un jugoso puñado de joyas el participar en la que es una de las mejores comedias jamás realizadas.

No me cansaré de afirmarlo. Hoy no se hace cine de humor, y si se hace ha de ser zafio, escatológico, mayormente relacionado con lo sexual y cuajado de vulgaridades; como a otros esto me repugna, así que si deseo reírme de verdad echo la vista atrás y a rebuscar, y es en los 80 donde mejores comedias he encontrado. Pero es una lástima centrarse sólo en las producidas en EE.UU. (bueno, son las que más éxito han logrado); las británicas, aunque si nos remontamos a dicha década no hallamos tantas joyas como en otras anteriores, también merece la debida atención.
Estrella de la Ealing durante su época dorada y uno de los veteranos de la ¨british comedy¨ a raíz de su éxito con ¨Oro en Barras¨, aunque también demostró un gran talento como artesano al que le gusta nadar en todas las aguas (sirvan ¨El Tercer Secreto¨ o ¨Corazón Dividido¨ de ejemplo), Charles Crichton había pasado los últimos años de su extensa carrera apartado de la industria cinematográfica en el humilde mundo televisivo, hasta que el bueno de John Cleese, ya separado de sus compañeros Monty Python, lo rescató para realizar un proyecto que ambos habían estado preparando años atrás, si bien el actor ejerció de codirector en la sombra por la avanzada edad de Crichton.

El humor retorcido y los juegos de palabras, tanto implícitos como explícitos, con los que seremos bombardeados a lo largo de todo el metraje hacen acto de presencia en ¨Un Pez llamado Wanda¨ desde el inicio (más aún si uno de los protagonistas comparte su nombre y su condición con un pez que no tendrá ninguna función hasta casi llegado el final). Todo arranca con un consciente y sentido tributo a la farsa de atracos que tantos clásicos británicos ha ocupado en décadas pasadas; George, Wanda, Otto y Ken se las arreglan para robar con éxito una joyería, aunque no todo es confianza y honestidad en este pintoresco grupo.
Crichton se las arregla en este primer tramo para manejar con soltura y nervio la acción y la comedia, siempre presente, dejando paso a la intriga al desvelar los ladrones su condición de mentirosos, traicioneros y manipuladores; de hecho cada uno de los integrantes se servirá del otro para su propio beneficio (George de Ken, Otto de George y Wanda de todos). Es precisamente el enredo lo que hace del film una ingeniosa y divertida combinación, tanto más cuanto que la guapa Wanda, ya erigida en perfecta ¨femme fatale¨ tras su ingenua apariencia, ha de encandilar con sus encantos a Archie, abogado de George, pues éste acaba en prisión por las propias artimañas de la chica.

Artimañas organizadas por ella en compañía de su ignorante compinche Otto, elemento extraño que Crichton y Cleese añaden con intenciones algo perversas, pues se trata de un norteamericano ridículo, ególatra y estrafalario que no deja en muy buen lugar a su patria ante unos ciudadanos ingleses demasiado educados y acomodados. Pero si el guión sorprende es sobre todo por su capacidad de moverse de entorno y género; así, de la intriga propia del robo, asunto siempre presente aun en segundo plano, pasaremos a asistir a una farsa con todo el espíritu de las ¨screwball comedies¨.
La cárcel, los diamantes y los juzgados son reemplazados por lujosos escenarios, esposas estiradas, celos irrefrenables, amores insospechados y mentiras entre parejas. La intromisión de Archie, cuya vida no es más que una tediosa sucesión de acontecimientos sin importancia en el seno de un momificado hogar que desprecia, en tan alocado argumento no entraña un cambio abrupto pues no resulta forzada ni poco creíble, sino de lo más conveniente para continuar ofreciendo grandes dosis de humor, el cual, y a sabiendas de que el guión está firmado por John Cleese, tampoco será tan ligero como la modificación del ambiente nos sugiere a primera vista.

Sí, lejos de refinarse, la comedia sigue tan negra e irreverente como cabría esperar, y no sólo porque en los tejemanejes de Wanda para con Archie tomen partido los esperpénticos arrebatos de un Otto cada vez más desquiciado y celoso, sino porque entre medias de todo esto, veremos a Ken fracasando una vez tras otra en su misión de quitar la vida a una anciana que podría significar un problema para declarar a George inocente; son en estos intentos de asesinato por ese amante confeso de los animales donde más afilado se destapa el humor de Crichton.
Al final, la comedia romántica se une a la intriga y la acción con la locura de poseer el botín dominando a todos como si de una revisión de ¨El Mundo está Loco, Loco, Loco¨ situada en Londres se tratase, regalándonos el film algunos de sus momentos más memorables (la persecución en el aeropuerto o la mítica y no menos agobiante tortura a Ken). Mientras Jamie Lee Curtis cumple a la perfección su rol de sexy ¨femme fatale¨ y John Cleese y Michael Palin, unidos en pantalla tras algunos años, nos brindan unas actuaciones impagables (qué decir de ellos que no se haya dicho ya...), un Kevin Kline gesticulante e inesperado sorprende de tal forma en su caricaturesco villano que bien merecido tuvo el Oscar por su actuación.

Aunque su éxito en cines se fue fraguando poco a poco (tardó varias semanas en alcanzar el n.º 1 en EE.UU.), ¨Un Pez llamado Wanda¨ acabó logrando unos altos beneficios en taquilla además del amplio reconocimiento de la crítica.
Un guión con giros e intrigas bien hilados, unos personajes bien definidos, una dirección con oficio y un reparto soberbio hacen de esta mezcla de géneros una deliciosa, alocada y muy políticamente incorrecta comedia, de las más ingeniosas que hallamos en la década de los 80. Charles Crichton no pudo tener una despedida mejor del mundo del cine.


Arma Letal 2 Arma Letal 2 13-10-2022
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Un diplomático traficante de drogas, una atractiva secretaria, un testigo federal de lo más enervante y toneladas de acción entre disparos, persecuciones y explosiones.
Sí, la pareja de policías más letal y poco ortodoxa del cine de acción (¿es que hay otra?) regresa para seguir subiéndonos la adrenalina con sus emocionantes peripecias.

Nolte y Murphy darían el pistoletazo de salida en la genial ¨Límite: 48 Horas¨, y este dúo sería seguido (con más o menos éxito) por otros como Eastwood y Reynolds, Dreyfuss y Estévez o Schwarzenegger y Belushi; quizá Richard Donner sabía de antemano, o no, el éxito que iba a generar ¨Arma Letal¨ cuando se estrenó en 1.987...y no habría fallado, pues el film no sólo arrasó en taquilla superando en cuatro veces su presupuesto, sino que terminó alzándose como uno de los más eficaces exponentes de ese subgénero policíaco conocido como ¨buddy movie¨.
Dos años habían pasado. Donner cambió de registro radicalmente con ¨Scrooged¨ pero no tardaría en volver junto a Joel Silver para recuperar a la pareja Riggs/Murtaugh en una segunda aventura. Por desgracia las complicaciones invadirían este proyecto, empezando con el rechazo de Shane Black a participar en él tras la negativa de los productores hacia el borrador que había escrito junto al autor Warren Murphy; la razón era, una vez más, su tono excesivamente sombrío y violento, resuelto por el guionista de encargo Jeffrey Boam, quien lo puliría a gusto de Donner y Silver. Un guión que no dejaría de sufrir multitud de cambios a lo largo del rodaje...

El objetivo de aquellos con esta secuela queda bien patente desde el mismo comienzo. Los títulos de crédito dan paso al grito de un Riggs histérico que inicia la película en algo de lo que carecía la primera parte: una buena persecución de coches por toda la ciudad; secuencia de apertura donde Donner nos demuestra que es el frenesí, la emoción más física y visceral, la que cuenta, y esta tónica se seguirá hasta el final. El espectador ávido de acción desenfrenada puede estar contento con este inicio que lleva a la pareja a una guerra abierta contra unos traficantes y blanqueadores de dinero llegados de Sudáfrica y camuflados de diplomáticos.
Paso importante en cuanto a desastre de la Historia como implícito resorte de las intrigas así como del de toda la violencia que se va a desatar: de las sombras de la Guerra de Vietnam a la actualidad de las injusticias del Apartheid (algo que ya se insinúa en la anterior entrega), que Boam condena aunque no con toda la dureza que se merece. Esta suavización de guión también ramifica en una característica que es la principal desemejanza entre ambas obras: la atmósfera oscura de la original se reduce y la comedia gana terreno (mucho, hay que decir), por lo que el ácido humor negro cortesía de Black ahora es más descafeinado, con diálogos plagados de chistes.

Será el mismo film, y sus algo irregulares movimientos de argumento, el que nos lleve a esas conclusiones con la introducción de Leo Getz; ya conocemos a Martin y Roger, así que es un personaje nuevo lo que necesitamos, algo con lo que no estoy en absoluto de acuerdo, tanto más cuanto que su participación no sólo resta importancia a la familia Murtaugh (casi no les vemos aparecer), sino que resulta absurda hasta la extenuación: ¡Leo no hace gracia, irrita! Rika será otra nueva incorporación mal aprovechada, más decorativa que emocional a pesar de convertirse, gracias a un ingenioso efecto de proyección (el de Vicky), en el aliciente de Riggs para tomar las riendas de la situación.
Mientras maneja el suspense con oficio, Donner vuelve a intensificar el grado de violencia para desembocar en un último tramo donde la ira y la brutalidad serán los maestros de ceremonias (no alcanzando, por supuesto, el sadismo de la primera parte) y la transgresión de la autoridad y la moral el único camino para cumplir la venganza (Martin y Roger dejan sus placas de policías y actúan por su cuenta). Es entonces cuando ¨Arma Letal 2¨ hace honor a su predecesora, dejando la comedia fuera de combate por un tiempo y ofreciendo al espectador un festín de acción intensa y salvaje en una sucesión de escenas realmente espectaculares.

No obstante, las decisiones sobre el guión acaban estropeando lo que podría haber sido uno de los finales más sorprendentes del género policíaco: Black quería acabar con Riggs, los demás no; casi era un sacrilegio pensar en matar al héroe, por tanto (como sucedió en ¨Conexión Tequila¨) el personaje de Gibson continuaría respirando. Poco importa. Stuart Baird vuelve a demostrar su buen hacer en el montaje y Donner parece disfrutar con cada secuencia, enfocándose en la emoción de cada momento para llevar la película al límite del mismo modo que a la pareja protagonista.
Mel Gibson, más histérico y, sí, tonto que antes, sigue formando un equipo perfecto con el siempre soberbio Danny Glover, menos comedido en esta ocasión, ambos tocados por el sobrepasado humor de Boam, el cual les hace perder algo de esa profundidad dramática que les caracterizaba; un bocazas y energúmeno Joe Pesci a más no poder, que será recurrente en la saga, remata esto (a su Leo le sobran intervenciones por todas partes). Correcta y poco más esa guapa Patsy Kensit, detestable Derrick OConnor e inquietante Joss Ackland, excelente como villano. Stephen Goldblatt, Michael Kamen y Baird siguen haciendo un gran trabajo en el equipo técnico.

El resultado no pudo ser más satisfactorio. Convertida en la tercera producción más lucrativa de 1.989, ¨Arma Letal 2¨ recaudó la friolera de casi 150 millones de dólares (sólo en territorio estadounidense), más del doble que su predecesora.
El doble de espectacular, de divertida y, en general, de físicamente (que no psicológicamente) vibrante. La pareja Riggs/Murtaugh ya son un referente obligatorio en el cine de acción...sin embargo, su segunda incursión resulta menos efectiva y poderosa que la primera.


El Cadillac Rosa El Cadillac Rosa 13-10-2022
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Combinación que podría resultar ganadora: una chica preciosa, un duro y alegre cazador de fugitivos interpretado por Clint Eastwood, muchos dólares en juego y un precioso Cadillac rosa de 1.959.
¿Qué podría salir mal en esta aventura? Pues muchas cosas, por desgracia...

Puede costar creer por tratarse de un maestro de su talla, pero el sr. Eastwood no estaba atravesando una buena racha a finales de los 80, aunque todas sus películas (o por lo menos la gran mayoría), independientemente de la década que sean, guardan un encanto especial para nosotros. ¨El Sargento de Hierro¨ inicia este oscuro sendero, y no hallará la luz al final hasta la aparición de ¨Sin Perdón¨; antes de rodar su particular visión de ¨La Reina de África¨ transmutándose en una figura nada disimulada de John Huston, Eastwood pasa por su ruptura oficial con Sondra Locke y por la muerte de uno de sus grandes mentores, Sergio Leone.
Quizás para huir de su lista de fracasos y estas turbulencias personales, se lanza a intentar un éxito en una comedia emulando el conseguido por ¨Duro de Pelar¨ y su secuela un decenio antes...y será la última vez que lo intente porque los resultados no fueron ni muchos los esperados. A partir de un guión de John Eskow (artífice de la posterior ¨Air America¨) el proyecto lo cubre el amigo Buddy Van Horne, quien ya le ha dirigido en la infumable última entrega de Harry Callahan, y si su pericia en la forma, la escenografía de la acción y la precisión narrativa ya demostraba ser un desastre en aquélla, en esta ocasión se supera a sí mismo, aunque al menos no se toma en serio como sí hacía ¨La Lista Negra¨.

Tampoco Eastwood. Coge a sus duros agentes de la ley y los parodia muy desenfadado en la piel del sarcástico y caradura Tom Nowak, que caza a los fugitivos cual forajido del salvaje Oeste; y este retorno a sus orígenes le permitirá volver a plantear una aventura que enlaza, en espíritu, con la citada ¨Duro de Pelar¨, ¨Un Botín de 500.000¨ o ¨El Aventurero de Medianoche¨. Esto es: el regreso a ese escenario tan nostálgico como es la Norteamérica profunda de las largas carreteras solitarias, los bares de suelos viscosos, los coches de época, los frondosos bosques, el ¨country¨ y las bandas peligrosas. Pero el gusto por recorrer esta tradición iconográfica se halla entre los ribetes de una especie de ¨thriller¨ difícil de catalogar.
En él, Lou Anne, la mujer de un descerebrado (Roy) que pertenece a una banda de locos pistoleros neo-nazis (o vaya usted a saber qué), roba su Cadillac (un precioso coche volverá a ser ¨macguffin¨, más significativo, en ¨Gran Torino¨) y con él 200.000 dólares que se suponen falsos. Teniendo en cuenta cómo el guión desarrolla los hechos (dejando que la casualidad actúe en lugar de la sagacidad de los personajes), más que a las películas con las que comparte sus elementos, ¨El Cadillac Rosa¨ remite al desenfreno de ¨Huida a Medianoche¨ (también con un cazador de fugitivos) y ¨Cobra¨ (grupo de tarados asesinos que se cree un ejército peligroso incluido) mientras suaviza la cínica aspereza y la extrema violencia de las otras ¨road movies¨ de parejas.

Como ¨La Huida¨ y ¨Ruta Suicida¨, pero sin llegar a la vena dramática de ¨The Sugarland Express¨, si bien tenemos a otra madre desesperada y acorralada en busca de su criatura. La fuga, la cacería continua, el engaño y la farsa mueven esta trama donde Tom y Lou Ann, a la que ¨da vida¨ la buena cantante y pésima actriz Bernadette Peters (Eastwood no quiso a Barbra Streisand en ¨Ruta Suicida¨, ¿por qué pasaría por el aro esta vez?), deben colaborar si quieren sobrevivir. Pero no existe verdadera tensión en todo esto pues los enemigos no son feroces como quieren parecer ni los escollos a superar son tan difíciles, sobre todo si el guión va introduciendo a personajes auxiliares con los que ir avanzando (clama al Cielo el que encarna Geoffrey Lewis...).
Tampoco existe una verdadera química entre los dos supuestamente derrotados y acorralados protagonistas (ni de casualidad se acerca a la que compartían Shockley y Gus), y el mejor ejemplo para apreciar los kilómetros de distancia que separan al Tom de Eastwood y a la Lou Ann de Peters está en esos instantes en los que improvisan como pareja cazafugitivos, una de esas tantas secuencias de relleno sobrantes en ese metraje que casi llega a las dos horas. Metraje que se alarga por la extraña manera de querer combinar humor alocado, violencia, algo de drama social y acción palomitera.

No juega en su favor el que la historia, conducida hacia ese obligatorio enfrentamiento final que no resuelve nada, sea completamente previsible aun apoyándose en la necesidad de improvisación de Tom, quien sin querer se convertirá en un héroe transparente al rechazar la tentativa de Alex a convertirse en un asesino igual que ellos (y aunque parezca mentira Eastwood nunca ha dado vida a héroes, ni en sus ¨westerns¨ ni en sus policíacos, y mucho menos transparentes). Como una versión luminosa y amable de Shockley y el cowboy de ¨La Muerte tenía un Precio¨, Eastwood vuelve a revelar ese lado suyo tontorrón, entrañable y divertido que no encontramos mucho en su obra y que a menudo resulta un placer hacerlo.
Pese a sus buenas intenciones y contar con algunas presencias reconocibles como la de Bill Moseley, Timothy Carhart, Michael des Barres, Bryan Adams y ese joven Jim Carrey haciendo de sí mismo (y que ya había aparecido en ¨La Lista Negra¨), ¨El Cadillac Rosa¨ se estampó como su coche, pero sin poder arrancar de nuevo. Tal castaña se dio que sigue invicta como la obra menos exitosa a todos los niveles (de taquilla y de crítica) en la carrera del actor/director, cuyo resultado se apreció al estrenarse compitiendo con la tercera entrega de las aventuras de Indiana Jones.

Un irregular y confuso ¨finale¨ para aquellos convulsos 80 convertido en pieza de museo (que no de culto) para los fans de aquél que daría paso a una década redentora y de mayor importancia...


Siete Psicópatas Siete Psicópatas 13-10-2022
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¿Están hartos de esas películas estereotipadas de Hollywood con una panda de psicópatas asesinos o tíos con armas en las manos y sangre salpicando la pantalla?
No se preocupen, el sorprendente film que nos disponemos a ver no sólo trata sobre la violencia, sino sobre otras muchas cosas...como amor y paz...

Hay algo que se está perdiendo en el cine actual, y es el talento para narrar historias que atrapen desde el principio y además contengan situaciones y personajes interesantes, a quienes siempre quieras escuchar y seguir; algo como esto no tiene cabida en una industria en la que cada vez con más asiduidad se reemplazan las historias y el tratamiento de personajes por la acción, los movimientos rápidos de cámara y el uso de efectos visuales. Pero al igual que otros realizadores de su generación, a Martin McDonagh poco o nada importa este decadente panorama.
En 2.008, y tras el cortometraje ganador de un Oscar ¨Six Shooter¨, el natural de Londres (de descendencia irlandesa) se estrenaría en el mundo del cine tras demostrar su habilidad como dramaturgo durante más de diez años con el sensacional ¨thriller¨ ¨Escondidos en Brujas¨, laureado por la crítica y logrando un moderado éxito en taquilla. Deberían pasar tres años hasta que decidiera volver a filmar una película, en la que no sólo iba a imprimir (nuevamente) su gusto por el humor negro y la dinamitación de géneros, sino su conocimiento del cine, así como sus recursos formales, arte y lenguaje.

Dicha práctica de metaficción llega incluso a establecer un reflejo torcido del director, cuya imagen especular será el protagonista, con el que compartirá su nombre y nacionalidad, Martin Faranan, escritor en pleno proceso creativo de un guión (llamado, para más inri, ¨Siete Psicópatas¨) que no ve el momento de despegar, y cuyo bloqueo mental se ve condicionado por tres factores: su alcoholismo, su novia Kaya, a la que no ama, y su chiflado amigo Billy, quien maneja junto al misterioso Hans el lucrativo negocio de secuestrar perros...hasta que raptan al equivocado.
Sin desviarse demasiado del tono de su obra anterior, McDonagh emplea unas certeras dosis de humor negro que recorren desde el mismísimo principio (con una impagable secuencia de apertura) hasta el final los diferentes vaivenes de una trama en apariencia sencilla y en el fondo enrevesada, dividida, como el propio Marty nos anuncia más tarde (revelando su auténtica función de inconsciente maestro de ceremonias) en dos partes, sirviendo la primera de presentación de los múltiples personajes que cruzarán sus vidas, pasados y destinos, y en cuya psicología y emociones se inmiscuye sabiamente el director.

Pero esta trama sufre además una curiosa bifurcación que la escora del lado de la extrañeza; por una parte tenemos una divertida intriga criminal deudora de Tarantino en la que se ven envueltos los protagonistas y un mafioso sin escrúpulos, y por la otra McDonagh no sólo plantea una seria reflexión sobre la soledad, la imposibilidad de hallar la redención y la brutalidad inherente al ser humano, sino que lo hará combinando ficción (la del guión que escribe Marty) y realidad. Realidad en la cual la violencia de la historia de la nación se descubre llevándose a cabo una radiografía de América a través de sus anomalías, en una línea similar a la ofrecida por los Coen.
Para ello el director irá atrás en el tiempo y lo trastocará permitiéndose brindar una identidad (pero privar del privilegio de la absolución), a algunos de los criminales más famosos, desde el Asesino del Zodíaco hasta el de Kingsbury Run. Aunque esta obsesión por el origen de la violencia llevará a profundizar en la de la historia en sí con el personaje del vietnamita, disfraz (pronto descubierto) del monje Thích Quang Duc (cuya muerte por autoinmolación pasaría a ocupar una página negra en la Historia de Vietnam); hábil mezcla de desmitificación histórica y fantasía metaficticia que alcanza su cenit hacia la segunda mitad tras una mordaz reflexión sobre Ghandi.

Y lo hará por medio de las rocambolescas invenciones de Billy mientras el film queda en suspenso siguiendo las indicaciones de Marty (¨los protagonistas deberían largarse hacia el desierto y limitarse a hablar...¨) hasta ese final para el que se nos ha ido preparando donde se desata un espectáculo lleno de artificio e ilógica en la tradición de Rodríguez que sustituirá a la calma precedente y que hacía de ¨Siete Psicópatas¨ un extraño y lírico ¨western¨ sin conflictos con la omnipresencia elegíaca del paisaje americano. Alucinatoria irrupción antes de la descarga de acción frenética que coronará el gran monólogo de Hans.
McDonagh combina elementos, juega con los más trillados códigos cinematográficos y los desmitifica, recogiendo por el camino influencias de Guy Ritchie, Tony Scott, Peckinpah, Malick, los nombrados Tarantino y Coen o el film ¨Adaptation¨ además de hacer alusiones directas a Scorsese y Kitano (Marty y Billy ven en un cine ¨Violent Cop¨). Destacar la fotografía de Ben Davis, la música de Carter Burwell y un elenco de enormes actores brindando impagables interpretaciones, a menudo autoparódicas, como Christopher Walken, Colin Farrell, Woody Harrelson, Tom Waits o Harry Dean Stanton...aunque quizás ninguno consiga eclipsar a ese hipnótico Sam Rockwell, que se come la pantalla cada vez que aparece.

Por desgracia, el director no aprovecha a dos buenas actrices como Abbie Cornish y Olga Kurylenko (Marty expresa esta idea de la mejor manera: ¨es un mundo difícil para las tías¨). Pese a lo políticamente incorrecta que sea, esta fascinante rareza del cine alternativo, posmoderno si se prefiere, cuyo paso por la taquilla fue bastante lucrativo para McDonagh, también posee un ingenio y fuerza atrapantes, con la capacidad de conmover, divertir y hacer reflexionar por igual.
¿Logran eso muchas películas actualmente? Creo que la respuesta es ¨no¨.


Sin Control Sin Control 13-10-2022
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Un tren que marcha sin control, con un puñado de terroristas/mercenarios a bordo y un virus letal que de extenderse podría provocar una gran catástrofe.
¿Quién mejor a bordo para detener esta amenaza? Van Damme, ¿verdad?

No es que pueda ser motivo de discusión, es que es una realidad incuestionable: el belga, como a la inmensa mayoría de los astros del cine de acción de los 80/90, no iba a vivir una buena etapa tras la llegada del nuevo milenio; es más, su última película medianamente potable fue ¨Muerte Súbita¨, ya tenía su tiempo (tal vez podamos nombrar ¨The Quest¨, pero por nostalgia más que por valor auténtico), y ni siquiera sus colaboraciones con cineastas orientales le servían. El brillo y la estrella de este hombre se apagaban a velocidades supersónicas.
A esas velocidades decidió subirse en el tren que sería escenario fundamental de ¨Sin Control¨, producto de baja calidad, bajísima, resuelto a base de filmar en localizaciones de Europa del Este con actores nativos para ahorrar costes (una de las maniobras habituales, luego convertida en cliché, de las producciones de bajo presupuesto a partir del 2.000). Se inicia no con nuestro querido héroe, sino con una Laura Harring que parece estar en una parodia de la escena de apertura de ¨Mulholland Drive¨; por supuesto está a millones de años luz de Rita esta Galina, que viene a ser una ladrona experta de guante blanco henchida de chulería y mala uva (parece que quisiera ser ella la protagonista).

Van Damme se conforma (porque al hombre, cual ejército vencido, sólo le quedaba resignarse y conformarse con los golpes que le vinieran) con hacer otra vez de padre irresponsable y demasiado ocupado con su trabajo de agente de la O.T.A.N., que a regañadientes acepta sus misiones, dejando a su familia tirada en pleno cumpleaños. Bajo el nombre de Jacques ha de escoltar a aquella mujer hasta Munich, y ya solo su encuentro y las situaciones que se desarrollan a partir de él es la muestra perfecta de la calidad de esta obra y de las cosas que podemos esperar de ella...si decidimos quedarnos a verla.
¿Qué es lo que provoca este rechazo? La dirección a cargo de Bob Misiorowski, nada menos, guionista y productor veterano que creyó que tenía talento para el cine y sólo facturó un cúmulo de títulos directos para tirar a la basura (decir que ¨Air Panic¨ y ¨Shark Attack¨ son suyas...); todo falla en su exposición de la acción, manejo de la cámara y atención a los actores, y cree que ofrece un estilo ¨cool¨ cuando lo único que hace es marearnos (lo peor es cómo el terrible montaje, lleno de cortes sin sentido, se cruza con una banda sonora escogida por un sordo, pues nada cuadra debidamente). ¿Qué nos queda después de asimilar este atentado técnico?

Ver al belga y a la mexicana, que básicamente se dedica a explotar su atractivo físico (tampoco tanto, no la veremos desnuda para no dañar la corrección política) mientras expone una abismal falta de carisma, a bordo de un tren donde va a sucederse un argumento que mezcla cual batidora oxidada los de obras recientes de aquel momento como ¨Atomic Train¨ y ¨Operación ¨Wolverine¨ ¨ y nos recordará sobre todo al clásico ¨El Puente de Cassandra¨, ya que las intrigas terroristas sobre raíles con pedigrí catastrófico es algo que se lleva haciendo desde hace tiempo...y casi siempre con una amenaza biológica, vírica o nuclear de por medio.
Pero Van Damme, tan resolutivo como en el estadio de Pittsburgh en ¨Muerte Súbita¨ (aunque menos de lo que fue Seagal en el tren de la secuela de ¨Alerta Máxima¨), nos viene a dejar claro que, estando él a bordo para detener a los villanos, la amenaza reduce su peligro; lo lógico es que hubieran salido corriendo después de ver el catálogo de personajes secundarios aquí distribuido, algunos arquetipos repetidísimos que ya parecen clichés obligatorios (el muchacho que ha perdido a su novia, el revisor que se alía con el héroe o el ranchero texano, siempre con el mismo ridículo atuendo y la actitud odiosa).

Qué giro más original da el guión cuando decide meter de por medio a la familia de Jacques; no, no es original, sino confuso, pues el papel de fémina protagonista pasa de Harring a la menos atractiva Susan Gibney y la otra queda en segundo plano, y se apela aún más a las situaciones dramáticas estereotipadas (la esposa y los hijos sólo están ahí para servir de chantaje y moneda de cambio a los terroristas). El mal hacer del director redondea los vergonzosos diálogos y la incongruencia narrativa que, junto a escenas de acción penosas a base de cromas, farragoso CGI y miniaturas mal disimuladas, supone un desafío para los nervios del espectador.
El delirio se desata al mismo tiempo que el virus, ya que la película juega a atraparnos en la tensión claustrofóbica y el drama, pero esto es imposible de discernir por la inclinación de Misiorowski a lo absurdo, sobre todo en lo que se refiere al enfrentamiento entre el héroe y los malos, malos en el sentido más literal del término, porque así son los actores que les ¨dan vida¨, malos hasta las últimas consecuencias y autoparódicos sin proponérselo, como si dijeran sus líneas para hacernos reír involuntariamente. Y todo, como reza el título, se precipita al vacío de lo horriblemente previsible...de hecho el virus incluso resulta ser beneficioso para los personajes.

Así, Jacques se reconciliará con su familia y su jefe será arrestado, Galina tendrá la oportunidad de hacer una noble acción, igual que el ranchero texano, incluso el chico sentimental se reunirá con su enamorada perdida (¡!)...
El instante clave en que al espectador le pueden reventar las sienes es cuando el hijo del protagonista (en realidad el hijo de Van Damme, Kristopher, que sin duda ha heredado del padre el talento para la interpretación) se revuelve de una patada contra los terroristas cual Vanessa Chester en la secuela de ¨Jurassic Park¨. Por mi parte le doy dos puntos...cada uno por los pechos de Harring, que merecían más atención.


Glimmer Man Glimmer Man 13-10-2022
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Conjunción de situaciones y personajes, todos accidentados. Unas quieren contarnos algo, pero aparecen otras con su propia problemática, y todos ellos se arremolinan sin orden ni concierto.
¿Dónde nos hemos acabado metiendo al final del viaje?

El viaje, hacia las profundidades abisales, lo había iniciado el propio Steven Seagal cuando su megalomanía había alcanzado tal dimensión que solapaba su problema de tiroides; ¨En Tierra Peligrosa¨ se puede considerar la última de su etapa dorada, siendo un buen broche de oro al dirigirla él mismo. Pero a mitad de los 90, además de ganarse el desprecio de casi todo Hollywood, sus películas caen en la tediosa repetición; intenta desviarse ligeramente de las típicas propuestas en una cara producción que realiza junto a su aún socio Julius Nasso, si bien esto será otro espejismo.
Sin contar al cómico y cineasta Keenen Wayans, que como sus hermanos merece un mínimo de respeto, el resto de los aquí aglutinados forman desde luego un ¨cúmulo de talento¨. Seagal a la cabeza, productor y líder absoluto; Kevin Brodbin, más tarde guionista de ¨Cazadores de Mentes¨ y ¨Constantine¨; y John Gray, director televisivo que vino de hacer una tontería llamada ¨Nacida Salvaje¨ para después ser el creador de ¨Entre Fantasmas¨...sí, señor, puro talento. Y la verdad es que el inicio de ¨The Glimmer Man¨ resulta atrapante, con sus imágenes sucias y oscuras y un nivel de violencia considerable.

Una Los Angeles desprovista de brillo y glamour, de hecho el escenario podría pasar por Detroit, y entre sus calles campa a sus anchas un despiadado asesino en serie; punto de partida interesante, pese a que hemos de superar dos grandes escollos: la irritante afición de Wayans por las frases cómicas y ¨punch-lines¨ antes de dejar la escena y la seriedad de un Seagal que se ha convertido definitivamente al budismo, así que los dos actores se interpretan a sí mismos y sin necesidad de esconderlo. Fuerte contraste de estilos y personalidades que ni por asomo congenian (al contrario por ejemplo que las de Bruce Willis y el hermano de Keenen, Damon, en ¨El Último Boy Scout¨).
Con el advenimiento de ¨Seven¨ llega la explotación del cine sobre asesinos psicópatas, y aquí se ejemplifica dicho fenómeno. Crímenes rituales, imaginería siniestra, fotografía apagada; sin embargo a la propia película esto no le interesa y nos lo hace saber desde el primer momento, en boca del propio Seagal: ¨Esto no es igual [...]. Es más que eso¨. Ya se produce el distanciamiento avisándonos de que todo lo referente al supuesto argumento no es más que humo y engaño; la verdadera historia llega con un accidente del guión, donde los protagonistas tienen que impedir que un chiflado produzca una matanza en un instituto católico.

A la dirección rutinaria de Gray, cuyas ocasionales florituras visuales tan de videoclip de los 90 no impresionan a nadie, se suman las incoherencias del cine de acción del momento, más aún el que hace Seagal, y el que se haya abierto esta trama, que envuelve a una especie de señor del crimen (Deverell) con el punto de mira puesto en el recién llegado detective neoyorkino. Lo demás son estereotipos conocidos, como ese protagonista a quien rodea el misterio (otro sucedáneo del Ryback de ¨Alerta Máxima¨) o la relación, muy típicamente jovial de la ¨buddy movie¨, entre los compañeros, caricaturas en las que no se profundiza nada de nada.
Sorpresa necesaria. A poco de la mitad, la película, muy centrada en las peleas de éstos y los secuaces de Deverell, se deshace, y muy patéticamente, de la única conexión con la historia de los asesinatos: su mismo artífice. Por fin deja de estorbar el único elemento interesante para centrarnos al 100% en el típico ¨thriller¨ de malos contra buenos de Seagal, si bien de todas formas no se tomaba en serio desde mucho antes (Cole y Campbell bromean mientras analizan el ¨modus operandi¨ del psicópata...de no creérselo); en realidad el guión se preocupa más por la identidad de Cole que por la del asesino serial.

Esto entronca con la lógica de Seagal: ¨¿Una película mía donde se le concede más importancia al villano que a mí?, habráse visto¨. Dicho esto no queda nada, a lo mejor violencia gratuita de cómic (me encanta ver a un hombre atravesando una ventana desde un edificio, aterrizar en un coche y comprobar que sólo se ha magullado un poco la mejilla), secundarios que aparecen de manera penosa (Stephen Tobolowsky y Brian Cox, que no saben qué pintan aquí; Michelle Johnson, a quien cortaron todas sus intervenciones en la sala de montaje) o simplemente para morir...
No falta añadir leña al fuego sobre el pasado del protagonista (siempre le tratan como un ser inmortal, al actor le gusta sentirse así) ni situar al clásico matón un poco desobediente que tendrá su gran duelo final con éste. Una de las cosas más destacadas es que, debido a la conversión budista de Seagal, su álter-ego admite su negativa a la violencia y a matar, de ahí que ésta sea una de las pocas veces en las que acaba herido en pantalla; el batiburrillo narrativo y de géneros y la falta de conexión con los personajes y la historia deja al descubierto un guión que es un agujero en sí mismo, rellenado con tópicos.

Quiere ser ¨Seven¨, ¨Arma Letal¨ y ¨Buscando Justicia¨ y no puede ni ser ni una cosa ni otra; no sorprende que, a pesar de entretener con sus carencias (sí, a pesar de todas las que tiene), fuese un desastre en taquilla, ni que a partir de entonces las actuaciones de Seagal sólo fueran registradas en producciones directas para el mercado del vídeo.
Para animar la situación, las demandas contra él por acoso, agresión sexual y maltrato laboral seguían aumentando y siendo carne de noticia pública...


En Tierra Peligrosa En Tierra Peligrosa 13-10-2022
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Le habíamos visto enfrentarse a mercenarios y mafiosos, asesinos y políticos corruptos, incluso a psicópatas con poderes para el vudú y la magia negra...
Ahora, el guerrero del aikido ha decidido emprender una cruzada de proporciones colosales en defensa de la madre Tierra y de toda la Humanidad.

En la Historia del cine hemos visto a actores elevándose de categoría y convertirse en auténticos mandamases de proyectos realizados en favor de su propio ego. Casos como los de Kirk Douglas, Allen o Eastwood pueden ser satisfactorios, pero también encontramos otros de resultados muy opuestos, casos de narcisismo que desde el principio eran la crónica de una muerte anunciada; Kevin Costner, endiosado gracias a ¨Bailando con Lobos¨ (conectada con el film que nos ocupa gracias a una referencia en clave de burla) se hundió en el fracaso más absoluto por culpa de las mastodónticas ¨Waterworld¨ y ¨Mensajero del Futuro¨...
Pues Steven Seagal, cuya arrogancia batalla con el diámetro de los anillos de Saturno, se disponía a seguir pasos similares. El gran éxito de ¨Alerta Máxima¨ confirmó definitivamente su categoría de estrella de primera fila, y en ese momento el actor decidió iniciar un trabajo más personal en el que desde hacía tiempo deseaba embarcarse; para ello los ejecutivos de Warner le concedieron un abultado presupuesto y una libertad casi total, poniéndose por primera y última vez tras las cámaras.

Le respalda Julius Nasso, con quien el actor había formado una sociedad (de no muy buen final); si Steven Seagal deseaba poder controlarlo todo, como siempre creía que podía hacer, esta era la oportunidad de demostrar tales aspiraciones. Su intención queda bien reflejada al comienzo del film, donde la cámara le presentará de forma épica, desde los pies a la cabeza; esta vez el gran hombre encarna a Forrest Taft, especialista en la lucha contra las catástrofes en los pozos de petróleo a las órdenes de Jennings, un empresario cínico y desalmado al que poco importa el daño que sus vertidos puedan ocasionar en el medioambiente.
Tras librar la clásica pelea en el bar, Taft se compadece de uno de los matones que hostigaban a pobre un nativo esquimal, quien predice su destino (¨Estás a punto de emprender un viaje sagrado. Ese viaje será por el bien de todo el pueblo...pero ten cuidado¨). De esta forma clara y concisa la historia queda en esencia expuesta, conducida por una interesante intriga, una violencia extrema marca de la casa y una crítica furibunda contra los peligros del petróleo para el medio ambiente y la corrupción de las grandes empresas que lo manejan a su antojo.

Seagal abandona así la simpleza de sus anteriores trabajos en favor de un estilo más comprometido y en cierto modo espiritual, lo que se expresará en su plenitud tras la primera media hora de película, al ser Taft rescatado y acogido por los esquimales, quienes le consideran la viva reencarnación de un espíritu guerrero protector; esta parte se escora enteramente del lado de la extrañeza, abriéndose una brecha entre realidad y surrealidad en la que el protagonista interpenetra a través de un místico viaje donde conocerá la verdadera esencia de su alma al encomendársele la misión de proteger La Tierra contra los seres malvados que insisten en su destrucción.
Pero estos meandros por los que se encamina la trama, decididamente experimentales, regresan a su cauce cuando los esbirros de Jennings hacen cundir el caos en el campamento, por lo que Taft deberá enfrentarse contra ellos, cuya previsible conclusión última será Aegis 1. Volvemos, entonces, a la acción más desenfrenada olvidando todo lo anterior (basten las directas palabras del protagonista: ¨¡¿Realmente crees que esas tonterías de espíritus [...] pueden ayudarnos ahora?!¨), donde Seagal nos brinda unas emocionantes secuencias bien filmadas, dejando patente sus años de experiencia y aprendizaje en el género; sin embargo, aun marcando la diferencia con sus otros títulos, el actor/director no se separa tanto de ellos.

Además de volver a asistir al proceder típico de sus personajes (la pérdida de alguien importante y la posterior venganza), Taft no es sino la progresión en clave espiritual y ecológica de Casey Ryback, sobre todo cuando se le confiera nuevamente un pasado oculto (detalle que formará parte de sus films para la posteridad) y sea ensalzado por sus enemigos en no pocas ocasiones (ojo al discurso que da el jefe de los mercenarios), actitud que raya en la megalomanía más insultante. Según Taft, para salvar al Planeta es necesaria la violencia, y así quedará demostrado, rematando su misión con un emotivo discurso sobre el mal causado en el medioambiente (que tuvo que ser acortado por exigencia de los productores). Seagal pudo al fin difundir su comprometido mensaje, aunque sólo fuera una estratagema para limpiar su penosa imagen pública.
A éste le acompañan un irreconocible Michael Caine, que aceptó el papel de repulsivo villano (tras haberlo rechazado Jeremy Irons) por su deseo de visitar Alaska, unos molestos R. Lee Ermey y John C. McGinley, los correctos Irvin Brink y Richard Hamilton y la guapa Joan Chen (a años luz de su Josie de ¨Twin Peaks¨). Irvin Kershner, director de la (entonces) segunda parte de ¨Star Wars¨, aparece en un curioso cameo...haciendo de director (¡reflejando con la situación que se da entre su personaje y Jennings la también vivida con George Lucas!).

Seagal obtuvo el proyecto personal que siempre soñó, además de ir más allá de lo que fue ninguna otra estrella del cine de acción: autoproclamándose salvador de toda la Humanidad. No obstante, los resultados de taquilla y crítica, para su desgracia y la de Warner, fueron poco menos que desastrosos, quedando la película nominada a un buen puñado de Razzies (demasiados, todo hay que decirlo).
Pese a lograr un interesante y emocionante trabajo, y es que como film de acción es realmente trepidante, la carrera del actor quedaría señalada y ya nunca se recuperaría. Señalada por la muerte.


Señalado por la Muerte Señalado por la Muerte 13-10-2022
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¨Has jugado con mi familia y vas a morir¨. Promesa que sin duda John Hatcher tiene la intención de cumplir, pues, a pesar de haber sido marcado por la maldición del vudú, su ¨magia¨ con las armas y los puños será mucho más terrorífica y destructiva que la utilizada por sus enemigos.

En una ocasión mi abuela, una mujer con mucho mundo y bastante conocimiento del universo cinematográfico, afirmó que si había un actor (dentro del género de la acción) que le gustaba era Steven Seagal; su porte, su frialdad, su mala leche y su facilidad para cargarse a los malos era única. Ver para creer, señores. Yo diría que estoy muy de acuerdo con esas palabras; sí, desde los 80 y principios de los 90 también estaban Willis, Stallone, Van Damme, Schwarzenegger o el chino Chow Yun-Fat...pero Seagal tenía algo especial, tenía carisma, y no precisamente por ser buen actor (en realidad es uno de los más grandes anti-actores).
Quizá en eso mismo radicaba su carisma, quizá esa fuese la razón de que cada una de sus primeras películas arrasaran en taquilla alcanzando el primer puesto de la noche a la mañana. Tras lograrlo con ¨Difícil de Matar¨, el hombre del aikido llevó su coleta al seno de la 20th Century Fox para rodar ¨Señalado por la Muerte¨, cuyo guión fue vendido a la Warner Bros. cuando ¨Por Encima de la Ley¨ llegaba a unas buenas cifras en taquilla, aunque no todo lo buenas que esperaban sus ejecutivos, por lo que el proyecto fue rechazado; al finalizar su segunda película, Seagal decidió entonces cambiar de productora.

De la mano de Dwight H. Little, artesano conocido por sus incursiones en el cine de acción (¨Asesinato en la Casa Blanca¨ y ¨Tekken¨) y de terror (la cuarta entrega de ¨La Noche de Halloween¨ y ¨El Fantasma de la Ópera¨, con Robert Englund), el actor, antes Nico Toscani y Mason Storm, cambia de nombre, pero ni de procederes ni de humor; esta vez se mete en la piel John Hatcher, un rebelde agente de la DEA de métodos poco ortodoxos que después de un trabajo fallido en México decide marcharse a vivir a la pequeña zona de Lincoln Heights...pero éste no hallará la paz que busca por culpa de un grupo de traficantes jamaicanos que con sus drogas y violencia amenazan las calles de la ciudad.
Es comenzar el film y Little ya nos lleva al corazón de la acción, salvaje y desenfrenada, por los polvorientos poblados de México, donde se desarrolla un magnífico prólogo de poco más de siete minutos; hay que decir que una historia con Seagal haciendo de traficante y enfrentando a la mafia mejicana resultaría muy jugosa para los fans del actor, no obstante Mark Victor y Michael Grais cambian por completo la dirección del argumento presentándonos uno mucho más convencional con escenario en Chicago: el agente retirado que se encuentra con problemas nada más llegar a su nuevo hogar y que tendrá que tomarse la justicia por su mano.

De pasar a luchar con mejicanos a hacerlo con jamaicanos, liderados por ¨Screwface¨ (nombre que viene, curiosamente, de la famosa canción de Bob Marley), un sádico psicópata con aires de grandeza y supuestos poderes maléficos; para dotar de cierto aire de terror y misterio al film, los guionistas y Seagal añadieron el tema del vudú y los rituales de magia negra, que sin embargo y por desgracia se convierten en un mero pretexto para hacer más atractiva la vieja historia de venganzas y enfrentamientos entre traficantes y policías (influenciada, en parte, por títulos clásicos como ¨El Justiciero de la Noche¨, ¨Pisando Fuerte¨ o ¨Impacto Súbito¨).
Una historia con momentos de lo más típicos y previsibles (aquel en el que Hatcher ha de escapar del coche antes de que explote) y personajes poco aprovechados o simplemente innecesarios (el teniente Roselli o la experta en magia negra Leslie, que pide a gritos iniciar un romance con el protagonista) desarrollada con velocidad y violencia, dejando patente el director su talento para la acción en algunas secuencias tremendamente bien filmadas (como la persecución y la posterior pelea en la joyería) mientras hace hincapié en los peligros de las mafias de los invasores jamaicanos, aunque luego se nos presente la otra cara de la moneda...

Y será a partir de aquí cuando la historia se vuelva más increíble que nunca: en el colmo de los disparates, Hatcher, Max y Charles se forman en una especie de escuadrón militar, toman un puñado de armas y explosivos y se dirigen en avión hacia Jamaica (lo que le hace dudar a uno de la seguridad que había en las compañías aéreas de EE.UU.), a la mansión de ¨Screwface¨, para liquidarle de una vez por todas (chifladuras como esta sólo las ves en una película de acción de las de antes). El personaje de Seagal se convierte así en el que más agallas tiene de todos los que éste haya interpretado.
Además se revela como el más salvaje, implacable y pasota (hasta la llegada de Gino Felino), pronunciando aquí el actor la frase más mítica de su repertorio (¨uno pensó que era invencible y el otro creyó que podía volar...¨) y librando su duelo final más espectacular, como es el combate a espadazos contra un siniestro Basil Wallace, convertido por obra y gracia en el villano más carismático al que el héroe se haya enfrentado. Les siguen unos correctos Keith David, Joanna Pacula, Elizabeth Gracen, Tom Wright, la pequeña Danielle Harris (que también veríamos en ¨El Último Boy Scout¨) y Danny Trejo en un sufrido cameo (quien se encontraría las caras con Seagal en el futuro...); todos arropados por una genial banda sonora compuesta en su totalidad de temas ¨reggae¨.

Pese a su trama políticamente incorrecta y llena de agujeros y una violencia cercana al ¨gore¨, el film fue, para suerte de Seagal y los productores de Fox, un rotundo éxito de taquilla aún mayor que ¨Difícil de Matar¨, lo que puso en guardia a los de Warner, dispuestos a preparar la siguiente aventura (una de las mejores) del hombre de la coleta: ¨Buscando Justicia¨.


Buscando Justicia Buscando Justicia 13-10-2022
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¨...Dios no quiera que lo encuentre antes que usted, porque ya sabe lo que haré¨.
En la calle la ley se impone a base de sangre y plomo, y no hay lugar para la ética, la piedad o el perdón.

Es la ley de Brooklyn o, lo que es lo mismo, la de un hombre ciego de ira y en busca de venganza. Puedo jurar que esas palabras se me quedaron incrustadas en los oídos y ya no las pude olvidar, palabras pronunciadas por el protagonista de manera sosegada pero residiendo en cada una de ellas un sentimiento irrefrenable de muerte, y conociendo la clase de métodos que se gastaba en cada película el actor que lo interpreta sabía que todo aquello no iba a llevar más que a un camino.
Hubo un tiempo en que para algunos de nosotros las estrellas de la acción eran dioses en nuestra preadolescencia y juventud. Cuando hablaban de venganza sentíamos que temblaba el suelo y sus miradas de odio hacia los villanos se clavaban como cuchillos; aquello sólo lo podían conseguir tipos que hoy en día ya no existen ni por asomo en el cine, y Steven Seagal era uno de ellos, consagrado gracias a pequeños clásicos como ¨Por Encima de la Ley¨ o ¨Señalado por la Muerte¨; tras este exitoso trabajo, realizado en el seno de la 20th Century Fox, volvería a los brazos de la Warner para rodar ¨Buscando Justicia¨.

El guión de David L. Henry encontraría a John Flynn para llevarlo a la gran pantalla, conocido por su estilo directo, seco y violento (lo cual dejó patente en títulos como ¨La Organización Criminal¨, ¨Rolling Thunder¨ o ¨Encerrado¨), sin duda el director perfecto para la ocasión. La escena de apertura, iniciada con una cita del dramaturgo Arthur Miller, nos pone en situación de la forma más cruda: un chulo pega una paliza sin compasión a una de sus chicas; al otro lado de la calle, el detective Gino Felino observa el espectáculo y no puede contenerse, por lo que interviene, estampando finalmente a ese negro indeseable en el parabrisas de un coche.
No han pasado ni cuatro minutos y ya se nos advierte de lo que está por venir; un psicópata adicto al crack con grandilocuentes aires de gángster llamado Richie Madano asesina a Bobby, el mejor amigo de Gino, declarando una guerra abierta en la ciudad, que le enfrentará con la policía y la mafia. Al haberse criado junto a los dos anteriores el asunto es aún más personal; a Gino no le importa ni un bando ni otro, él no se detendrá hasta haber atrapado a Richie, usando todos los métodos que sean necesarios. La historia, que sigue de cerca los principios de ¨McQ¨, es una de las más viejas que existen: el duro policía que toma venganza por la muerte de un amigo que no resulta tan inocente como creía.

Mil veces lo hemos visto y no obstante la fórmula sigue resultando efectiva, sobre todo cuando está bien presentada, y el director lo logra con creces. ¨Buscando Justicia¨ exuda el mejor ¨thriller¨ callejero, sucio y violento, engarzado en una producción ochentera (pese a datar de comienzos de los 90) que hereda y degenera al mismo tiempo (ojo a cómo aparece representada la mafia) el espíritu de las novelas ¨pulp¨ y los policíacos de acción y suspense de antaño (las herencias de Siegel, Yates o Winner están ahí).
Así se nos sumerge en un mundo desencantado y oscuro, sujeto a normas dictadas por los más fuertes, que dominan como animales su territorio, un submundo de lacras sociales, drogas, prostitución, violencia y corrupción siempre en movimiento, con el que conviven los personajes, personajes de trazo grueso, abyectos, sádicos, violentos a placer, hechos a su perdición como Bobby o Richie, o resignados a la desgracia, como el sr. Madano, Pattie, Rica o Gino, quien a lo largo de la noche removerá cielo y tierra para encontrar a Richie mientras éste provoca el caos por toda la ciudad, llegando al enfrentamiento definitivo cuando sus hombres penetren en su hogar.

Flynn demuestra una vez más su pericia como director de acción, haciendo ciertas concesiones al videoclip y un especial hincapié en la extrema violencia (seguramente estemos ante la película más brutal de Seagal, y la pelea final lo atestigua), manteniéndose un ritmo emocionante de principio a fin, apoyado en una banda sonora memorable. William Forsythe encarna a uno de los villanos más repulsivos y chiflados del cine, acompañado de los buenos Jerry Orbach, Jo Champa, Ronald Maccone y la guapísima Gina Gershon, mientras que vemos a John Leguizamo en un breve cameo.
Steven Seagal, por su parte, se muestra aquí algo distinto, pese a que su Gino Felino no es sino una extensión del Toscani de ¨Por Encima de la Ley¨; sin embargo le vemos más desatado e implacable que nunca (para recordar el momento de la taberna, donde se va cargando uno tras otro a los hombres de Vinnie con una bola de billar), al tiempo que prueba su versatilidad como actor dramático sirviéndose de algunos grandes diálogos por parte de Henry, los cuales refuerzan el tono melancólico y desmitificador del film.

Pese a los problemas de rodaje (la relación entre el actor y el director era pésima por la incompetencia del primero, del que se aseguraba que siempre retrasaba la producción) y los muchos cortes que se impusieron al metraje, de dos horas de duración (reducidas para su estreno comercial y a menudo por mandato de Seagal, quien aseguraba que el personaje de Forsythe restaba importancia al suyo), ¨Buscando Justicia¨ fue todo un éxito, ganándose el favor de la taquilla aunque no de los críticos, que se ensañaron con ella, sobre todo por su explícita violencia.
Una suerte de ¨western¨ urbano, sucio y visceral, convertido en un clásico del género de los 90, rematado con un cachondo final repleto de secuencias del protagonista en acción que viene a indicarnos que la película es suya y de nadie más, al ritmo de esa mítica ¨Dont Stand in my Way¨ cantada por Gregg Allman.


El rey de Nueva York El rey de Nueva York 13-10-2022
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Quizás estar en la cumbre no sea lo más importante, quizás todo el dinero del mundo no dé la felicidad, quizás tener poder e infundir temor en los demás no es suficiente ni tampoco necesario. Hay que pensar en hacer algo más para ser verdaderamente respetado, querido y recordado.
Frank White es el paradigma de esta máxima.

El 19 de Septiembre de 1.990 se estrena en EE.UU. la nueva y muy esperada obra de Martin Scorsese ¨Uno de los Nuestros¨, con unos envidiables resultados de taquilla a los que acompañan las muchas alabanzas por parte de la crítica; dicha obra, lejos de no aportar nada nuevo al cine de gángsters, es sin lugar a dudas un retrato en profundidad de todas las leyes y códigos imperantes en el mundo de la mafia, y la fuerza de la violencia que los dirige e impulsa. Tan sólo tres días después llega a las carteleras otro título de mismo género con señor mafioso de personaje principal.
Es un fracaso en su momento pero demuestra valor y temple para resultar, si no mucho, por lo menos mínimamente fresco y revitalizador dentro de su estilo. La película se llama ¨El Rey de New York¨ y se trata de un nuevo proyecto que el guionista Nicholas St. John realiza en colaboración de Abel Ferrara, quien había dejado la década anterior con la más que decente adaptación de la novela ¨Cat Chaser¨ de Elmore Leonard; el director no se desmarca del ¨thriller¨ criminal al que se ha estado dedicando durante toda su carrera para ponerse al frente de una historia que vuelve a inmiscuirse en los entresijos y maquinaciones de la mafia de Manhattan.

El protagonista de dicha historia es Frank White, un individuo al que muchos podrían categorizar, sólo con verle salir de la prisión en la secuencia de apertura, como ese prototipo de señor de los gángsters adusto, peligroso, ambicioso y únicamente preocupado de su pequeño reino del crimen. Nada más lejos de la realidad. Un paseo nocturno en limusina por los más negros y sucios suburbios vuelve a colocar a ese otrora rey mafioso en su hábitat natural, la misma donde seguramente nació, se crió y fue adquiriendo experiencia, sabiduría y un nombre frente a la adversidad: la calle.
Así, Ferrara rueda un relato situado a ras de acera, cuyo único y esencial escenario será la calle (por mucho que el protagonista se pase la mitad del tiempo en una habitación del lujoso hotel Plaza), pues de ella, de sus recovecos, sus esquinas y su asfalto, irán surgiendo todos los problemas y situaciones que conduzcan la trama, y en ella se irán resolviendo. Al llegar, Frank, como todo buen gángster, anhela el control del territorio, y será algo por lo que luchará a muerte contra aquellos que se opongan; sin embargo su ambición no se limitará a lo personal ni será la codicia lo que guíe sus pulsiones, de ahí que el personaje desmitifique la figura del mafioso tradicional.

Frank es como un anti-Tony Montana, un filántropo de los barrios bajos, un hombre que hace para los demás y no para sí mismo, alguien que no deposita toda la importancia sobre lo material (atención a cuando ordena a sus hombres enterrar a Joey con el dinero), alguien que le presta más atención a los conceptos de lealtad, honor, honestidad y, sobre todo, justicia; de ahí que sus actos criminales, repugnantes a ojos de la policía, estén claramente justificados, pues su fin es el de ayudar a otros que lo necesitan (nunca tomó tanta fuerza aquel concepto que afirma que ¨el fin justifica los medios¨).
Ferrara y St. John abren una brecha en el género para observar también la situación desde el lado de la policía, cuyos expeditivos y brutales métodos chocan directamente contra los de los ¨villanos¨; en este caso la duda se dispara: ¿quién actúa de forma incorrecta, quién infringe más la ley? Una salvaje guerra queda declarada entonces entre los supuestos defensores de la justicia y un Frank White cada vez más abiertamente en rebelión en las calles de la ciudad; el director nos arrastra desde los ambientes más pomposos hasta los más sucios y sombríos, impregnándonos con sus olores: el olor de la droga, del alcohol, del sexo, del sudor, de la pólvora y, en última instancia, de la sangre.

No obstante un viaje a las cloacas de la Manhattan nocturna con clase, con estilo, heredado a partes iguales del áspero cine de Don Siegel, John Flynn o Peckinpah (su influencia es bastante visible) aderezado con salpicaduras ¨neo-noir¨ más propias de Ridley Scott en el interior de una atmósfera implacable y amarga poblada de personajes de trazo grueso digna de las novelas negras de Donald Westlake o Elmore Leonard. En medio, la figura alrededor de la cual pivotan los hechos y demás personajes, un gángster de la vieja escuela con la fatalidad tras sus pies y convertido, por obra y gracia del guión, en auténtico benefactor de la comunidad.
A éste tiene la suerte de encarnarlo un imponente Christopher Walken que tanto agrada como da escalofríos a base de una interpretación al mismo tiempo elegante, melancólica y visceral; suyo es el protagonismo y suya es la película desde el mismo instante en que aparece (el cineasta sabe captar muy bien su dureza). Tras su alargada sombra, un plantel cuajado de futuras estrellas como Laurence Fishburne, David Caruso (¿en el papel más aborrecible de su carrera?), Steve Buscemi y un histriónico Wesley Snipes previo a su éxito como héroe del cine de acción; nada desdeñables Paul Calderón y el veterano Victor Argo.

Atravesada por brutales estallidos de violencia, escenas de trepidante acción, afilada crítica social y un humor negro de lo más agrio y rematada con una secuencia final emblemática, ¨El Rey de New York¨, pese a la controversia y el rechazo inicial del público y la crítica, ha ido elevando su estatus de película de culto para convertirse en una rareza fascinante dentro del cine de gángsters.
Ferrara y su guionista, junto a Walken, volverían a demoler los cimientos del género seis años después con la superior ¨El Funeral¨.


Sólo Dios Perdona Sólo Dios Perdona 13-10-2022
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La violencia fluye como un río de sangre por las nocturnas calles de Bangkok, saturadas con las luces de neón y el fuerte olor a muerte y sexo creando un cóctel de sensaciones que tanto hipnotiza como repugna.
Para entrar en este mundo perverso hay que tener un lógico desapego hacia la vida o la muerte, ya que la visita puede no ser de tu gusto...

Resulta curioso cómo a veces, cuando un artista de fuerte personalidad y estilo más o menos innovador logra conquistar al público y la crítica con una obra que, pese a sus influencias, resulta original e impactante, se refugia en una especie de admiración autoconsciente para fabricar otro proyecto que acumule los mismos parámetros pero alimentado por una tácita megalomanía interior; lo hemos visto en la pintura, la literatura y, cómo no, en esa otra magna forma de arte que es el cine, siendo Nicolas Winding Refn buen ejemplo de ello.
En 2.011, y tras una carrera con la que fue aumentando cada vez más su prestigio, el danés se destapó con la que parecía ser su obra maestra, ¨Drive¨, aclamada en todo el Mundo por su inventiva a la hora de combinar un lirismo cargado de brutalidad y una estética que rendía tributo al ¨neo-noir¨ más puro y ¨kitsch¨ de los 80. La labor de Refn se saldó con un sinfín de premios y dinero en los bolsillos; ahora tocaba ir un poco más allá, y lo haría repitiendo con la estrella de su anterior film cumpliendo su sueño: ¨hacer un ¨thriller” con aires de ¨western¨ en tierras asiáticas¨. Dicho esto, el inquieto cineasta trasladaría la zona del rodaje a la exótica Bangkok.

¨Sólo Dios Perdona¨ establece las pautas de su estilo desde el mismísimo comienzo metiéndonos de cabeza en la sordidez y corrupción de los bajos fondos de la ciudad a través de Julian y Billy, dos hermanos dedicados a las peleas clandestinas de muay thai y a otras empresas del mundo del crimen; el asesinato de una joven prostituta a manos de Billy es el detonante para una espiral de violencia salvaje que llenará las sucias calles de sangre y cadáveres. La premisa en esencia es sencilla, tanto que podría caber sin problemas en cualquier novela negra de bolsillo publicada cincuenta años atrás.
Lo importante para el danés es que la violencia y la ignorancia de la moral domina hasta el último segundo de las vidas de los personajes, seres que más que existir y sentir habitan el espacio como objetos y deambulan entre los recovecos de un universo enfermizo y demente guiados por sus sombras y no por su propia voluntad. Somos arrastrados a un mundo de espectros sigilosos cuya única interacción se realiza a través y sólo por medio de la violencia y el odio, y sin la opción de escabullirnos. Los hombres son bestias sin sentido de la piedad y las mujeres meras muñecas de porcelana.

El Bangkok nocturno se transforma a ojos de Refn en un plano de existencia al margen del mundo real en permanente tensión, pues el siguiente estallido de violencia es imprevisible, devorado por el silencio de las tinieblas y ahogado con la intensidad de los fumígenos, cuyos vivos colores, casi siempre rojos, se confunden con la sangre chorreante y la carne en descomposición, creando así un espectáculo que al mismo tiempo asquea y fascina, donde un amargo policía cuya afilada espada es el paradigma de la justicia mantiene una guerra abierta con una repugnante madre sedienta de venganza por la muerte de su hijo.
Miedo, depravación, juegos de masacre, gusto por el sadismo y un amor incestuoso demencial; de por medio, un protagonista hecho de violencia y con tendencia al mutismo destinado, por los abruptos y no así previsibles movimientos del argumento, a convertirse en el clásico anti-héroe. Sin embargo, pese a la calidez que aportan las luces y el sórdido ambiente, la forma y la técnica tan calculadas de Refn no podrían ser más frías y distantes; y es que, cuanto más cerca están los personajes (con los que es imposible empatizar) de la cámara, más alejados nos sentimos de ellos.

Nos hallamos ante el reverso de ¨Drive¨: todo lo que la hacía vibrante y dinámica aquí se inmoviliza, se congela en un hermético universo sobrecargado hasta la extenuación de esa estética ¨noir¨ que tanto le gusta al danés, chillona y abrumadoramente ¨kitsch¨. Imaginen la estimulante atmósfera de Wong Kar-Wai privada de alma y dramatismo, las sugerentes y misteriosas esferas de Lynch sin su mórbida sensualidad o las viscerales y estilizadas tragedias entre neones de Chan-wook Park y Takashi Ishii despojadas de su pasión autodestructiva...así queda la obra de Refn, en pretencioso efectismo y estética fría y hueca (o cuyo contenido no cala en lo profundo de nuestras sensaciones prefiriendo quedarse en la superficie).
Por supuesto se rinde tributo a la ilógica experimental, y es que ¨Sólo Dios Perdona¨ bebe mucho de este cine. Ryan Gosling, pese a su demasiado estoica y silente actuación (20 líneas de diálogo en todo el film), se revela imponente ante la cámara como producto del mundo tan sádico y despiadado en el que se haya atrapado, así como el tailandés Vithaya Pansringarm, cuya amenazante presencia eriza el vello con sólo aparecer en pantalla; tras ellos, la preciosa Rhatha Phongam y una Kristin Scott Thomas odiosa y repulsiva sin contemplaciones.

La detallista y abisal fotografía de Larry Smith, la apabullante música de Cliff Martínez, el diseño de producción, el montaje, la súpercalculada forma de filmar de Refn (que tanto recuerda a la de Kubrick), llena de planos largos y movimientos lentos y precisos...seguro que nadie puede reprochar al film sus virtudes técnicas y brillante ejecución, porque esa es su gran baza.
Su paso por la taquilla se saldó con buenas cifras pero las opiniones se dividieron entre aquellos que consideraron infalible al director; para muchos fue un fracaso, para otros un raro, aberrante y atractivo experimento. Refn alcanzaría el cenit de la autoadmiración por su estilo en la siguiente ¨The Neon Demon¨.


Difícil de Matar Difícil de Matar 13-10-2022
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¨Era el hijo de perra más imparable que he visto en mi vida...¨. Lo era y lo seguirá siendo, porque tiene buenos motivos para ello. Un implacable policía que vio como unos indeseables mataron a su familia y le dejaron en coma siete largos años...
Ahora el dragón ha despertado de su letargo, sediento de venganza, preparándose para aniquilar sin compasión a todos los culpables.

Más de una vez he comentado mi predilección por el cine de acción de los 80 y comienzos de los 90, un cine divertido, disparatado, para evadirse del hastío de la vida real, que no hacía caso a lo políticamente correcto, un cine de violencia, testosterona, palomitas, tipos duros, mujeres explosivas, diálogos descacharrantes e historias de las que se podía predecir el final con sólo visionar 15 minutos de metraje. Y qué héroes había, ¿eh?, de los que ya no existen o de los que muchos no dejarían que existieran: Willis, Stallone, Schwarzenegger, Van Damme y, cómo no, Steven Seagal.
Estrenada en 1.988, el debut del natural de Michigan ¨Por Encima de la Ley¨ fue un notable éxito de taquilla que demostró a todos su valía para figurar en la lista de estrellas del cine de acción en la década siguiente, logrando además ganarse la confianza de la Warner Bros.; con un argumento que no dejó de sufrir cambios firmado por Steven McKay (guionista de la posterior ¨El Golpe Perfecto¨), el maestro del aikido se preparó para un segundo asalto cinematográfico a las ordenes del irregular pero correcto Bruce Malmuth, quien ocho años antes había realizado el conocido ¨thriller¨ ¨Halcones de la Noche¨.

Ahora Seagal es Mason Storm, un detective de Los Ángeles que descubre una trama de corrupción política mientras tiene lugar la ceremonia de los Oscar, en 1.983, cuyas pesquisas tendrán consecuencias terribles; en este tramo, ¨Difícil de Matar¨ nos presenta de forma concisa pero clara tanto el personaje como la situación a seguir en sus próximos 70 minutos, manteniéndose un nivel decente de intriga y acción pese a la cantidad de clichés que se acumulan. Clásico policía duro y honrado, decidido a enfrentarse a la corrupción política y que, una vez terminado su día de trabajo, regresa a casa con su querida esposa e hijo.
No sin antes pasar por algún local o tienda de barrio donde tenga que vérselas con unos atracadores (que parecen haber estado esperando el momento oportuno para entrar y encontrárselo). Tras la típica escena de amor (algo patética), empieza verdaderamente la historia: unos tipos entran en casa de Storm asesinando a éste y a su familia, y dejando droga por todas partes para hacer creer a sus compañeros que se trata de un agente corrupto, lo que es rebatido por el teniente Kevin OMalley. Pero resulta que tres disparos no han sido suficientes y Storm sigue vivo, aunque en estado de coma, en el cual se mantendrá por siete años.

Esta interesante primera parte tomará unos derroteros lógicamente convencionales teniendo en cuenta la sencillez de la historia (clásica fórmula de búsqueda y venganza): Mason se ve asediado nada más despertar del coma por los mismos asesinos que hicieron trizas su vida, de quienes tendrá que huir ayudado por Andrea, una atractiva enfermera que le cuidaba en el hospital y que dispondrá, así como quien no quiere la cosa, de un caserón en mitad del campo con todas las comodidades para refugiarse, y que el protagonista aprovecha para pasar su recuperación y ponerse de nuevo en forma, pues debe llevar a cabo una cruzada de venganza que nadie podrá parar.
Las intrigas dramáticas y políticas se resuelven rápidamente para dar paso al humor negro, la violencia más gratuita, las secuencias más absurdas (el intercambio de coches que Storm hace con unos delincuentes callejeros, por ejemplo) y las emocionantes secuencias de acción, bien rodadas por Malmuth (pese a no poseer el talento de Andrew Davis), desarrolladas entre tiros y persecuciones por doquier durante una media hora final de ritmo frenético, tras haber irrumpido el inevitable romance entre Mason y Andrea (que inicia otra escena de amor al más puro estilo de la época, con ese empalagoso saxofón preparado para el momento).

Correcto Frederick Coffin, genial William Sadler como villano (que volvería a encarnar el mismo año en la segunda entrega de ¨Jungla de Cristal¨) y no está de más esa suculenta presencia de Kelly LeBrock, esposa real del protagonista en aquel entonces y que todos recordarán por sus míticos papeles en ¨La Mujer de Rojo¨ y ¨La Mujer Explosiva¨, aunque si algo hace atractiva a la película es Steven Seagal, quien recoge el testigo de Charles Bronson (las semejanzas entre ¨Yo soy la Justicia¨ y ¨Difícil de Matar¨ saltan a la vista) revelándose aún más brutal y versátil que en ¨Por Encima de la Ley¨ (todo lo versátil que este hombre pueda ser...).
Seagal, que no se aleja un ápice del papel interpretado en su debut, parece que desea probarse como actor dramático (que sin duda dejó patente, y de mejor manera, en su debut), inmiscuyéndose en una trama más personal y en cierto modo ¨profunda¨, cosa que logra a medias (destacar su colección de expresiones cuando despierta del coma, que no tienen desperdicio); esta vez, además, aparecería el gusto del actor por esas irreverentes notas de humor para pretenderse más carismático (ojo a las perlas de frases que en algunos momentos suelta a los villanos), aspecto que convertiría en su seña de identidad.

Realmente, a lo largo de su carrera, nunca hemos dejado de ver a Nico Toscani maquillado con algunos detalles para disimular las diferencias (ya podía tener el nombre de Gino Felino, Orin Boyd o John Hatcher...). ¨Difícil de Matar¨, pese a sus estereotipados personajes, extrema y gratuita violencia y sencilla (pero efectiva) historia fue otro exitazo de taquilla para la Warner, aún mayor que ¨Por Encima de la Ley¨.
Para entonces, Seagal ya era el máximo heredero del cine de acción, y se preparaba para su siguiente trabajo en el seno de la 20th Century Fox: ¨Señalado por la Muerte¨.


Yo, Yo Mismo e Irene Yo, Yo Mismo e Irene 13-10-2022
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Callarse, asentir con la cabeza, querer hablar pero sólo mirar con ojos de candor y tragarse toda la cólera que tus entrañas quieren dejar salir. ¿Por qué no podemos enfadarnos?, ¿gritar, escupir y patalear? ¿Por qué esa maldita vocecilla interior nos insta a calmarnos, a aceptar lo que en el fondo sabemos que es inaceptable?

La voz que queremos mandar a hacer puñetas. Esa parte de nosotros es Hank; todos lo tenemos en nuestro interior y es estúpido negarlo. A veces sentimos la necesidad de dejarle salir, pero rara vez podemos ya que sería echar por tierra los buenos modales, la educación y provocar algún malestar en ese reducto de apariencias e hipocresías al que llamamos sociedad...pero aún peor es engullir esa bilis de sentimientos que sabemos nos taladrará el hígado tarde o temprano. En otro orden de cosas, se puede decir que la pareja de irreverentes cineastas Bobby y Peter Farrelly y el genial Jim Carrey despegaron juntos gracias a ¨Dos Tontos muy Tontos¨.
Luego siguieron caminos separados acumulando un éxito tras otro hasta que llegaron a la cumbre, los primeros al frente de ¨Algo Pasa con Mary¨, 3.er film más taquillero en EE.UU. en 1.998 (con una recaudación que superaba los 170 millones de dólares), y el segundo demostrando a todos sus fans, y de paso a sus detractores, que su capacidad interpretativa no conocía límites encarnando a los anti-héroes de las maravillosas ¨El Show de Truman¨ y ¨Man on The Moon¨. Seis años después los tres se volverían a juntar en otra epopeya que de algún modo seguiría la misma línea de humor del cine de los directores pero elevándolo a la sexta potencia.

Esta historia, relatada por un narrador omnisciente que de minucioso pasa a ser muy cansino, se inicia (como la mayoría de film de los Farrelly) en la soleada Rhode Island, pequeño paraíso de calles seguras y gente amable...pero no por bonito un pueblo deja de tener oscuras entrañas. Ese es el verdadero agujero en el que se halla Charlie, quizás el policía más confiado, inocente y poco respetado de todo el país; su mundo es una plancha de acero que día a día aplasta cada vez más su frágil espíritu. Abandonado por un ¨demonio con cara de muñeca¨ que le dejó tres hijos fantásticos, Charlie se refugia en su miedo para afrontar la realidad...
Desde ahora lo peor es más que probable y la violencia una bomba humana imposible de desactivar. El resultado de esta implosión mental y espiritual es Hank, la otra cara de la moneda, un doble perverso y socarrón que pasa como una apisonadora por encima de todo lo cortés y moral, un doble que sin embargo sólo sirve para figurar y desenmascarar al único; el asunto, que da para un profundo drama con tintes de terror psicológico se convierte, gracias a los Farrelly, en una comedia tan ingeniosa como zafia y negra.

Es entonces cuando el bueno de Charlie conoce a la dulce (pero con carácter) Irene, a la que debe acompañar en lo que parece un caso sin importancia hasta que las cosas se tuerzan involucrándose ambos en una intriga de novela negra de bolsillo donde no faltan el asesinato, el encubrimiento, la corrupción policial y unos mafiosos de tercera que quieren liquidar a la chica antes de que hable con los federales sobre un misterioso crimen (que ni se aclara muy bien ni tampoco hace falta). Así nos embarcamos con ellos (y un curioso acompañante llamado ¨Blanquito¨) en una aparatosa y larga huida a través de la carretera.
Los cineastas se sirven de una tradición tan americana como es esa de la pareja en fuga (que tantas grandes ¨road movies¨ ha alimentado) dando a ésta una agradable vuelta de tuerca. Reverso luminoso y ¨familiar¨ (bueno, no tanto...) de ¨Ruta Suicida¨ que a veces recuerda a la ¨Loca Evasión¨ de Spielberg o a ¨El Cadillac Rosa¨ en el que una especie de simpática versión de provincias del Dr. Jekyll/Mr. Hyde debe controlar su destructiva y estrafalaria personalidad si quiere salvar a la mujer de la que se acaba enamorando (¿lo dudaba alguien?) y su propia vida, que peligra cada vez que su álter-ego emerge desde las profundidades de su mente para darle la vuelta a todo...

La investigación se desarrolla paralela a un viaje lleno de locuras y barrabasadas en el que Charlie/Hank descubrirán sus sentimientos ante Irene y ante sí mismos, sin duda un viaje de descubrimiento y redescubrimiento, de amistad y recuperación de la esperanza, y lo más importante: de hacer todo lo que sea por amor...pero observado desde la óptica gamberra de los Farrelly, quienes hasta deslizan trazos del humor más grosero en situaciones por fuerza dramáticas. Viaje que desembocará en una antológica confrontación de personalidades (como si de una parodia de ¨El Club de la Lucha¨ se tratase) en los estertores de la investigación policial.
Tras demostrar su valía en densos y dramáticos papeles, Jim Carrey vuelve a la comedia al servicio de un desfile imposible de muecas y movimientos y de unos diálogos descacharrantes, nuevamente encarnando a un personaje de doble personalidad (similar al de ¨La Máscara¨ o ¨Mentiroso Compulsivo¨) y revelando su lado más desquiciado, visceral y salvaje, que no por ello menos entrañable o tierno; a su lado, una guapísima y efectiva (mucho más que en posteriores películas) Renée Zellweger, el veterano Robert Forster y el impagable trío Mongo Brownlee, Jerod Mixon y Anthony Anderson (en la única película en la que le soporto). ¡Y un montón de curiosos personajes secundarios!

Mucha acción, romance de andar por casa, suspense asimilable al que uno no presta atención y muchas concesiones al disparate y al humor negro y pocas a lo políticamente correcto, en un metraje de, eso sí, muy excesiva duración...
Los Farrelly, pese al aluvión de malas críticas que recibieron, lograron otro enorme éxito de taquilla (pero menor que el de ¨Algo Pasa con Mary¨) y Carrey regaló a los fans una de sus actuaciones más inolvidables.


El Erótico Enmascarado El Erótico Enmascarado 13-10-2022
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¨Hay cosas muy gordas que caen por su propio peso y no hay manera de sujetarla¨. Con este primer chascarrillo memorable que pronuncia Fernando Esteso, Ozores hace gala de su humor negro lanzándonos un aviso implícito sobre el tema clave de la trama mientras en pantalla lo que vemos son los generosos atributos de una chica cuya camisa está abierta...

Es el humor del director español, el que ha guiado su cine en menor o mayor medida desde que comenzara a dirigir hacía tres décadas antes de llegar a ¨El Erótico Enmascarado¨. En aquel momento la carrera del sr. Mariano había pegado un vuelco; sus bolsillos no dejaban de llenarse y a sus oídos no dejaban de llegar las buenas respuestas por parte del público (que no de la crítica) gracias a las dos aventuras cinematográficas que había llevado a cabo con sus nuevos ahijados, Andrés Pajares y Fernando Esteso: ¨Los Bingueros¨ (récord de taquilla española en 1.979 y primera piedra de una larga colaboración), y la menor aunque no menos divertida ¨Los Energéticos¨.
En ese momento el director se separa por un instante de Ízaro Films, la compañía de José María Reyzábal, y de Pajares (instante muy pequeño, pues a los pocos meses se dispondrá a realizar con ellos una de sus mejores obras: ¨Yo Hice a Roque III¨) y decide hacer una película sólo con la mitad del dúo cómico (Esteso) para el productor José Frade, con quien seguirá colaborando. En la historia, que sin vergüenza plagia la de ¨A mí las Mujeres ni Fu ni Fa¨, Ozores se permite hablar con libertad sobre la industria de la pornografía ¨underground¨ en España durante la censura, nos sitúa en la vida de Manolo Quintanar.

Se trata de un hombre de andares, acciones y expresiones timoratas, apocadas, dedicado a la enseñanza, a las ciencias políticas, que poco o nada hace sospechar al mirarle que otrora fue una auténtica leyenda del cine porno, pasado turbio el cual prefiere mantener oculto frente a sus compañeros y sobre todo frente a Julia, su joven y libidinosa novia e hija de un estricto senador de derechas; el caso es que este castizo y campechano trasunto de Ron Jeremy (al que se le hace indudablemente referencia debido a las similitudes de su vida profesional con la del protagonista) ha perdido la fuerza viril que le caracterizaba debido a un terrible e increíble accidente (sacado directamente del ¨Up!¨ de Russ Meyer).
Su suerte cambiará cuando su psiquiatra Ramón le recomiende una terapia milagrosa con la que se recuperará; pero lo que no sabe es que éste es en realidad un caradura que engaña a su esposa con una furcia de tres al cuarto (jamás entenderé por qué en estas películas los maridos, maduros, tienen esposas jóvenes, y además las engañan...) que únicamente desea que Ramón se divorcie para casarse con ella, lo que intentarán por todos los medios. Ozores nos irá presentando así a estos personajes de trazo grueso, carisma dudoso y actitud sinvergüenza que manejará con hilos hasta convertirlos en los protagonistas de una alocada farsa y bastante mordaz respecto a temas de diversa índole.

Temas como la hipocresía del matrimonio, el patetismo reinante en la política (la de derechas, sobre todo) o ese empeño por destruir completamente la clásica figura del macho español, como ya se hiciera en ¨Manolo, ¨la Nuit¨ ¨ (este Manolo incluso se lamentará por las actitudes amaneradas que están naciendo en él, cuando antes era todo un hombre); la farsa que construye Mariano, alrededor de un universo negro de mentiras, artimañas e impúdicos amoríos, no deja de agarrarse a las claves del vodevil teatral, de la comedia de enredo más clásica, que en eso se transformará el film una vez estén todos reunidos en la casa de campo del psiquiatra.
Mientras tanto el director decora los ácidos diálogos y los absurdos ¨gags¨ con desnudos integrales por aquí y por allá, como manda la tradición del ¨destape¨ (las mujeres aparecerán desnudas, los hombres sin embargo tendrán relaciones sexuales en camisa y calcetines...); no hay duda de que lo mejor de ¨El Erótico Enmascarado¨ lo hallamos en ese alocado tramo en el chalet donde cundirá un desconcierto absoluto, casi de película de Berlanga, tétrica criada corriendo por el lugar con un hacha y fotógrafo homosexual incluidos.

Fernando Esteso se divierte interpretando a un pobre tocado por la desgracia, rol al que está acostumbrado (y creyéndose a conciencia el papel que le da Ozores de tremendo actor porno), mientras el hermano de éste, Antonio, regresa de caradura liante, sin dejar de sorprendernos con su ininteligible verborrea y quitándole el protagonismo al bueno de Esteso cada vez que aparece en pantalla. Acompañando a estos dos genios, Chus Lampreave, Adrián Ortega, Juan José Otegui, Luis Lorenzo en uno de sus muchos papeles de marica y un Juanito Navarro simplemente impagable de político derechista, tanto como esa gran María Isbert encarnando a la criada.
Tres jóvenes mujeres, como en ¨Los Bingueros¨ y futuras películas, se encargan de embelesar al espectador con su belleza; en esta ocasión serán Azucena Hernández, África Pratt y la preciosa María Salerno (a la que también veríamos junto a Esteso en ¨Caray con el Divorcio¨). Entre todas las obras que le ocuparon a Mariano Ozores en el año 1.980 (que no fueron pocas), ¨El Erótico Enmascarado¨ se encuentra obviamente eclipsada por otras de mayor envergadura (¨El Liguero Mágico¨, ¨Es Peligroso Casarse a los 60¨ o la mencionada ¨Yo Hice a Roque III¨), pero logra su sano cometido, que es el de divertir.

El director repetiría la experiencia de rodar con Esteso en solitario, siendo algunos de los títulos estrenados ligeras variaciones del que nos atañe (¨Queremos un Hijo Tuyo¨, ¨Cuatro Mujeres y un Lío¨, ¨El Recomendado¨...).
Un momento para el recuerdo: Juanito Navarro golpeado por la puerta del armario tras el flash de la cámara para acabar estampándose contra la mesa del salón. Y aquí todavía se podía decir la palabra ¨violación¨ en razón de una situación cómica, impensable hoy día...


El Liguero Mágico El Liguero Mágico 13-10-2022
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En el interior de una siniestra mansión se halla oculto el secreto de una gran fortuna, un tesoro de años de antigüedad, sobre el que pesa una maldición.
Una joven heredera, un inocente pasante, un rico terrateniente muerto que no está muerto y otros tantos personajes disparatadojs. ¿Quién de todos se hará con el botín?

Hay directores que con el paso de los años no se acercan con tanta asiduidad a la cámara y dejan un paréntesis de tiempo entre película y película; ese no fue desde luego Mariano Ozores, un artesano en toda regla que a finales de los 70, con una carrera ya bastante extensa, no descendía el ritmo de filmación llegando a ponerse al frente de cinco e incluso seis producciones por año. Ya llegaron los 80, una nueva etapa marcada por el descubrimiento de la pareja Andrés Pajares/Fernando Esteso, cuya colaboración resultaba ser de lo más lucrativa.
En ese mismo 1.980 el director, henchido de fama por las dos primeras entregas con el dúo cómico (¨Los Bingueros¨, ¨Los Energéticos¨) y aún trabajando para José Frade antes de moverse definitivamente a la compañía de José María Reyzábal, sacó algunas de sus mejores obras del momento (¨Yo Hice a Roque III¨, ¨Es Peligroso Casarse a los 60¨), y entre ellas le dio por distanciarse levemente del tono general que las caracterizaba para hacer un film de época homenajeando al genéro del terror clásico y de misterio, contando esta vez sólo con el sr. Pajares como protagonista (a lo largo de la década colaboraría con uno y otro o con ambos).

Entre la niebla y la oscuridad del espeso bosque se inicia ¨El Liguero Mágico¨ mientras el director nos presenta a algunos de los personajes que tendrán su importancia en esta historia situada a finales del siglo XIX que nos relata el fallecimiento de Marcelo Cazorla, un rico terrateniente a quien perseguía su extraño grupo de criados, liderados por la chillona y repelente Úrsula, para conocer el paradero de la gran fortuna familiar que guardaba en su mansión de Torres Negras; Ozores establece así, con una fantástica ambientación, el estilo y el tono del film.
Pero esto último se establecerá realmente a partir de que nos lleve al pueblo donde, como si lo hubieran extraído de un relato de Poe, llega Alicia, la guapa heredera de Marcelo quien ha de marchar a la mansión para que le sea entregado el testamento de su tío, y donde trabaja Armando, el pasante que le debe entregar a la chica los papeles. El tono dominante es el humor, claro, tan grueso y profundamente castizo como el que acostumbra a haber en todos los títulos del realizador, y con unas desviaciones hacia lo erótico muy marcadas, valga de muestra esa escena de seducción entre el pasante y una atractiva y joven viuda desheredada, iniciada con la frase estrella del cine del ¨destape¨ (sí, la de ¨qué calor hace aquí¨).

Entre tanto, alusiones de lo más mordaces a sucesos de la España en que se ubica la historia cruzados con temas socio-políticos propios de la época de realización del film (nombrándose literalmente personajes conocidos y partidos), de los cuales Ozores se burlará a lo largo y ancho de la trama (y hasta el tedio, señores...), que rápidamente nos conduce al interior de la antigua mansión de Marcelo, donde Alicia conocerá a los increíbles individuos que allí moran, una icónica troupe que hace mofa de los viejos estereotipos del género de terror.
Como ese hombre-lobo homosexual, el sirviente jorobado (pariente directo del Igor de ¨El Jovencito Frankenstein¨), el gigante que lo entiende todo al revés o la tétrica ama de llaves que no deja de chillar y pegar a todos y romper cosas. Será en este escenario único donde Alicia y el joven Armando, cuya llegada no es de lo más halagüeña, se embarcarán en una aventura donde habrán de enfrentarse a todo tipo de peligros, desde espectros que emergen de los armarios a instrumentos de tortura, además de a los aberrantes sirvientes, con tal de encontrar la herencia de Marcelo, mientras un elemento fundamental sirve de guía en la peripecia: un liguero de oro.

El sombrío imaginario de Poe se mezcla con el gusto por los clásicos de la Hammer, el cine de Vincent Price y William Castle y esas atmósferas y ambientes tan propios del terror gótico y los cuentos de fantasmas en una alocada parodia de ¨Cinco Tumbas para un Médium¨, ¨La Mansión de los Horrores¨, ¨El Terror¨, ¨La Mansión Encantada¨ (de donde se saca al personaje de Úrsula), aunque a menudo, y dado el alto nivel erótico-festivo del que se sirve Ozores, uno no puede evitar recordar las deliciosas locuras que tan famosos hicieron a Jesús Franco y León Klimovsky, a quienes se rinde tributo, todo ello sucediendo en el interior de uno de los elementos más viejos del género: la casa embrujada.
Incluso el director tiene tiempo de hacerse un autohomenaje recordando ¨Los Bingueros¨ (cuando aparece el tesoro en las catacumbas). En otros términos, Pajares nunca estuvo tan histriónico, ni gracioso, ni simpático como en esta ocasión en la piel del miedoso y desvergonzado pasante, acompañado de la espectacular Adriana Vega, habitual del ¨destape¨, el siempre tronchante Antonio Ozores (sus apariciones como fantasma son de lo mejor) y una colección de impagables secundarios como Fernando Bilbao, José Carabias, Francisco ¨Blaki¨ Martín (cuyo parecido con el británico Marty Feldman es asombroso), Luis Lorenzo en su clásico papel de marica, Adriana Ozores, sobrina del cineasta, y las grandes María Luisa Ponte y María Isbert.

Para ver una buena película de terror sobrenatural realizada en 1.980...mire usted, mejor vaya a buscar ¨El Resplandor¨, pues ¨El Liguero Mágico¨ lo que busca es garantizar un delirante entretenimiento sin más pretensiones, y vaya si lo consigue.
En mi opinión lo mejor que rodó Ozores sólo junto a Pajares, coronado con un absurdo final con éste como el hombre-lobo que es para enmarcarlo.


Chinatown Chinatown 13-10-2022
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Antes de marchar la mujer le dice al detective que se refugiará en Alameda 17, n.º 12, y le pregunta si conoce la dirección.
Y su mirada lo dice todo; claro que lo sabe, está en Chinatown.

La cámara se aproxima a su rostro con un suave travelling de intención dramática, una lágrima que se desliza por el encuadre...intuye lo que va a ocurrir antes de que nadie se lo diga, y así nosotros; el trágico final está muy cerca. Como cualquier otro género cinematográfico, el ¨noir¨ también experimentó sus cambios y vio reinventados sus más primitivos códigos y principios, con los cuales jugaron aquellos conocidos directores de la ¨nouvelle vague¨ mientras homenajeaban con cariño su ambientes y atmósferas. Ya entrados los 70 el cine negro perdió ¨inocencia¨, ganó dureza, se volvió más sombrío y amargo junto con sus personajes.
Éstos eran víctimas de despiadadas y mordaces descripciones, y cada vez tenían menos cabida los tan manidos finales felices, mientras se hibridaba con nuevas corrientes (como el ¨blaxploitation¨, sin ir más lejos). Por las fechas en que aparecieron interesantes títulos de lo que se acabó bautizando ¨neo-noir¨, obligados a ser objeto de rescate (como ¨El Hombre Clave¨, ¨Un Largo Adiós¨ o ¨Borsalino & Co.¨, nacía una de las obras imprescindibles del género.

Una obra dispuesta a rendirle un sentido tributo al tiempo que lo arrastraba a sus más viscosos inframundos, y ello lo comenzaría el productor Robert Evans al solicitar los servicios del gran Robert Towne para adaptar ¨El Gran Gatsby¨, algo que el autor rechazó, ofreciéndole en su lugar un guión propio, el cual, por mediación de Jack Nicholson, acabaría siendo para el director Roman Polanski, con quien llevaba tiempo deseando trabajar; un Polanski que venía de realizar ¨What?¨, seguramente la obra más desconcertante de su carrera, y que se mostró reacio a regresar a EE.UU., teniendo en cuenta que poco tiempo había transcurrido desde el asesinato de su esposa Sharon Tate.
Gracias a Dios aceptó y se puso al frente de esta historia que tiene como escenario a Los Ángeles de los años 30 (el habitual del cine negro) y como motor de sus hechos las famosas Guerras del Agua de California, que enfrentaron a los trabajadores del sector agrario residentes en el valle de Owens con la ciudad por los derechos del agua, y cuyo personaje principal fue el ingeniero jefe del departamento de agua y energía William Mulholland. Los créditos iniciales acompañados de una serenata preciosa y del todo melancólica, que presagia drama ,fatalidades y dolor, ya constituye un homenaje al más puro ¨noir¨.

Y su protagonista no es sino una revisión, satírica y algo desmitificadora, de los detectives que lo poblaban, así es J.J. Gittes, que afirma ganarse la vida honradamente aunque ello implique mandar a paseo lidiar con las emociones de sus clientes. Todo empieza con uno de los elementos más viejos del género: el adulterio y los celos, la especialidad de este duro, sagaz y muy oportunista detective privado, quien debe seguir al ingeniero Hollis Mulwray (negativo de Mulholland) por expreso deseo de su esposa, que sospecha de ser engañada.
Pero Towne nos hace caer en la trampa, como a Gittes, y nos demuestra que nada es lo que parece (¨seguramente usted cree que sabe lo que lleva entre manos...pero en realidad no lo sabe¨, se avisará) a raíz de la aparición de Evelyn, verdadera esposa de Mulwray.

Figuras femeninas dobles que presagian elaborados engaños futuros, susceptibles de ser descubiertos. Por eso el director pega la cámara a su protagonista, la sitúa a la altura de sus ojos, que sustituye al objetivo de la misma, y le hace asistir a todas las situaciones.
Nosotros, mientras tanto, seguimos cada uno de sus pasos, aunque descartándose el recurso tan utilizado e incómodo de la voz ¨en off¨ (muy propio del género), descubriendo las cosas junto a él en una minuciosa investigación.

Pero una investigación que poco o más bien nada tiene que ver con los asuntos maritales del principio, y que se centra en la inesperada muerte del hombre perseguido por Gittes, antes por dinero, ahora por curiosidad. Así, el detective se embarca en una aventura que le lleva al subsuelo profundo de la ciudad, entorno hostil y agobiante colmado de misterios guardados en archivos secretos y por adinerados dirigentes de un imperio levantado por la codicia, sostenido sobre la corrupción y alimentado del terror de aquellos pobres que sólo pueden esperar a ser pisoteados, silenciados y manipulados.
En este submundo de retorcida fantasía los monstruos son dueños de grandes fincas rodeados de lujos y prestigio (como Noah Cross) y las princesas mujeres de débil corazón y turbio pasado viviendo de evasiones y refugiadas en la mentira (como Evelyn, que echa abajo el concepto de la ¨femme fatale¨, sin traicionar su estética clásica), seres entre los cuales caminará Gittes, quien nunca dejará su cinismo y sospecha al verse constantemente atrapado en las artimañas de ambos (la intimidación y el beneficio material por parte de Cross, el amor y compasión por parte de Evelyn).

De fondo, un conflicto social que empaña la belleza de Los Ángeles, un lugar icónico como es Chinatown convertido en escenario de muerte y pérdida donde nunca dejan de emerger los tristes recuerdos del pasado como en un círculo vicioso, los restos que dejó una terrible y repugnante tragedia incestuosa padre-hija nunca revelada (trayéndonos recuerdos de ¨Repulsión¨)...
Y un destino a todas luces fatal e ineludible con el que Polanski, traicionando los deseos de Towne, termina inundando (en ese desenlace inolvidable) de amargura la sinfonía de su obra, arropada por los trazos de una atmósfera sombría, áspera e implacable que huele a Hitchcock, Lang y Huston, sabe a Cain, Carr y Hammett y suena a Preminger, Fuller y Melville.


Todo ello gracias al nervio y precisión del cineasta, a la brillante partitura de Jerry Goldsmith, a la ambientación, al diseño artístico y a la abrumadoramente bella fotografía de John Alonzo; tras estas virtudes técnicas, la imponente presencia de un rematadamente odioso John Huston y la delicada figura de esa arrebatadora Faye Dunaway. Y sobresaliendo entre todos, donde contamos con la breve aparición del mismo Polanski interpretando a un extraño villano, el desparpajo innato de un Jack Nicholson.
A éste lo veremos en uno de los más memorables papeles de su vida, cuyo personaje ¨pulp¨ no es sino un cruce de conocidos detectives, como Sam Spade y Philip Marlowe; los códigos del ¨noir¨ no se traicionan, por supuesto, pero éste tampoco se deja dominar por sus convencionalismos, así la creación de Polanski despide un añejo y a la vez renovador aroma por la cual sería nominada a once Oscars (de los cuales sólo se llevó el de Mejor Guión Original) y aplaudida en todo el Mundo.

La intensa intriga inscrita en la mejor tradición del cine negro que es ¨Chinatown¨ permanece como una de las cumbres de dicho cine y del cine de su director, cuya influencia ha sido muy importante.


Ace Ventura, Un Detective Diferente Ace Ventura, Un Detective Diferente 13-10-2022
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Métodos extravagantes pero resultados seguros. Y es que, si hay quien se dedica a exterminar fantasmas, asustar a tus vecinos o a la mensajería a través del espacio, ¿por qué no a encontrar animales?
Hay empleos para todo.

Los años 90 habían llegado y parecía que EE.UU. necesitaba un nuevo cómico que rompiera todos los moldes y sorprendiese a nivel internacional; sí, había muchos actores, pero o estaban desfasados (Bill Murray, Steve Martin...) o simplemente no hacían ni pizca de gracia (Rodney Dangerfield, Tim Allen...). Pues resulta que un joven llamado James Carrey, cuya carrera se había iniciado sobre los escenarios y en shows televisivos, empezaba a despuntar entre los mejores cómicos del momento gracias a su salvaje capacidad de improvisación y su facilidad para el humor físico.
Ya tuvo sus pequeñas apariciones en varias series y películas, siendo una de las más anecdóticas la de aquel ¨rockero¨ drogadicto de amargo final en ¨La Lista Negra¨ (última y peor entrega de la gastada saga de Harry Callahan). En 1.993, tras haberse deshechado candidatos como Judd Nelson, el bueno de Rick Moranis o incluso Alan Rickman (¡!), el productor James G. Robinson optó por dar al prometedor Carrey su primer papel protagonista en un film, quien iba a ser dirigido por el guionista Tom Shadyac, debutante en la industria cinematográfica y seguramente uno de los más afiliados al actor.

Carrey, que también colaboró en el guión, optó por interpretar a aquel peculiar personaje, que o bien podía encumbrarle como estrella de la comedia o hundirle en la más absoluta de las ruinas, de la única manera viable y, también, de la más cómoda: haciendo resaltar su faceta más alocada, exagerada, surrealista y gesticulante posible. Así es Ace Ventura, enteramente un dibujo animado hecho persona, una caricatura grotesca y estrafalaria de cualquier detective de las playas del Miami de los 70, y su oficio es encontrar mascotas.
De hecho ese es el único aspecto que hará de tan fanfarrón, insoportable, desquiciante y censurable individuo algo digno de admiración: su amor incondicional por los animales, a quienes acoge y trata con más cariño y respeto que a todos los humanos que le rodean (representados desde un punto de vista cínico, cruel y detestable). La secuencia de arranque nos estampa en la cara el humor al que estaremos sometidos durante todo el metraje, un humor muy al estilo de los Farrelly, muy gamberro, políticamente incorrecto (esta no es una película para niños) y a menudo tan ridículo y esperpéntico que te acaba sacando la carcajada, y de paso nos presenta a Ventura en todo su esplendor.

Un personaje que se inmiscuye sin querer en una enrevesada intriga cuando el delfín Snowflake, la adorada mascota de los Miami Dolphins, es secuestrada misteriosamente, caso en el cual la incompetente policía poco tiene que hacer ante la preclara mente de este Sherlock Holmes moderno con tupé repeinado y camisa de juerguista al que no se le escapa ni una cuando un animal está en peligro. Shadyac encadenará un ¨gag¨ tras otro a mayor gloria de las habilidades bufonescas de Carrey, que causarán la misma catatonia en el público que en los demás personajes, mientras la atención en dicha intriga empieza a desequilibrar el enfoque del film.
Porque llega un punto, más o menos en el ecuador de una trama tan idiota como interesante, en que el tono sufre abruptos cambios y se hace díficil de creer, o de querer creerse, que esas abundantes dosis de violencia y un suspense que raya en lo grotesco y a veces perturbador (sobre todo a partir de la investigación en casa de Ray Finkle) puedan encajar en una historia de espíritu tan sencillamente gamberro y divertido, que es a lo que realmente parecía aspirar la película en un principio. Al final uno no sabe donde encajarla, pero es en definitiva la comedia, que de alocada pasa a muy, pero muy negra, la que domina hasta el final.

Entre medias, un romance entre Ace y la atractiva publicista de los Dolphins Melissa, que no va a ningún sitio ni nos importa en absoluto, y un guión que se servirá de la agilidad, la absurdez y una pesquisa rematada con una de las reacciones más increíblemente exageradas e impagables que se hayan visto nunca, y que tenemos en el quizá más memorable momento, a su vez el que más controversia ha generado desde entonces (ofensiva escena para muchos ahora que lo políticamente correcto está a la orden del día). Sí, esa donde el protagonista descubre quién es, para su desgracia, el misterioso villano Finkle.
Sorprendente es decir poco. Tanto como la actuación de un Carrey hiperactivo, desatado, chillón, gesticulante en extremo e irritante como pocas veces le hemos visto (no le falta mucho para alcanzar al desquiciado de ¨Un Loco a Domicilio¨) en contraposición a tan comedido plantel donde tenemos a una Sean Bean que no sabe muy bien su cometido (qué lejos se ven sus días de ¨Blade Runner¨), la preciosa Courteney Cox previa a su éxito con ¨Friends¨ y famosos como Dan Marino, Tone Loc y Randall Cobb, quienes secundan a Carrey y que sirven, más que otra cosa, de apoyo a su incombustible locura. Digna de mención es también la genial aparición del grupo de ¨death metal¨ Cannibal Corpse, amigos del actor.

Como era de esperar, ¨Ace Ventura¨ fue machacada por los críticos en su estreno, y hasta fue nominada a un Razzie para su protagonista, pero también resultó todo un éxito de taquilla, embolsándose más de 70 millones de dólares (¡y eso sólo en EE.UU.!) frente a su modesto presupuesto de 15 millones.
No pasará a la Historia como una joya de la comedia, es más, es una película horrible en su género al igual que en la futura y mejor carrera de Jim Carrey...pero logra ser extrañamente desternillante y fresca. Todo lo contrario que su infumable secuela.


Blind Detective Blind Detective 13-10-2022
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A comienzos de 2.011, Johnnie To llegó otra vez para tal vez no sorprendernos, pero sí para no dejarnos indiferentes, como de costumbre.
Su longevo colaborador Yau Nai-Hoi le da un guión donde sin mucho lustre pero sí imaginación ha pretendido dar forma a una mezcla de las producciones propias ¨Yesterday Once More¨ y ¨Mad Detective¨.

Todo con la idea de volver a unir en pantalla a un dúo tan querido por el público chino y tan efectivo para la taquilla como el que forman Andy Lau y Sammi Cheng, que buenos beneficios le daban ya al cineasta desde hacía una década. Más o menos el mismo margen de tiempo transcurrió hasta su reunión...sin embargo sería en un proyecto tan malogrado, tan gafado y tan difícil como el de ¨Blind Detective¨, cuyo presupuesto millonario y gran despliegue de medios no pudo evitar serios accidentes durante el rodaje, la reescritura continua del guión y una parada a mitad de producción debido a los problemas de salud de la actriz.
Por eso se retrasó tanto el estreno, por eso afectó tanto al resultado de la película, que empieza con una secuencia muy del gusto de To, una secuencia grande, en pleno centro urbano, de noche y con la pareja protagonista ya inmiscuida en el suspense y la acción. Lo que parece ser una intriga policíaca con los destellos de violencia cruda y humor casual al estilo clásico cantonés adquiere otra dimensión al extralimitarse el peso de dichos elementos; las primeras muecas absurdas que se nos ofrecen ya asoman nada más compartir pantalla Lau y Cheng, el primero de ex-detective ciego, excéntrico, sagaz y descarado, la segunda de policía inocente pero valiente, y ambos forman equipo para investigar por su cuenta un caso, como si fuesen los Nick y Nora Charles de las novelas de Hammett.

Añadiendo también el personaje del detective discapacitado (mejor explotado en la serie de televisión de los 70 ¨Longstreet¨). El caso se basa en el deseo de Ho de encontrar a una amiga de la infancia a la cual perdió la pista hace años, y a través de ella el guión abre una brecha en su aparentemente cálida atmósfera de comedia absurda/romántica, pues interfiere en asuntos tan espinosos como el maltrato, el abuso sexual, el parricidio y el suicidio (infantil, para más inri); esto nos transporta a los recovecos escabrosos y oscuros de ¨Mad Detective¨, con Zhuang desarrollando sus teorías como su homólogo Chang: introduciéndose en la escena del crimen y en la piel de las víctimas hasta las últimas consecuencias.
Ahora el efecto resulta tanto más desagradable debido a que el protagonista obliga a la mujer a ello, y puede causar de todo menos gracia; el fallo principal de ¨Blind Detective¨ es su ansia por abarcar lo inabarcable. Más le hubiera valido a To hacer una serie, ya que la idea de establecer la historia base (la búsqueda de Minnie) y desviar nuestra atención a lo largo de su desarrollo con otros cientos de subtramas no funciona para una película, y es que durante la investigación se produce de repente una situación o aparecen personajes nuevos que nada tienen que ver con ella, sino que llegan con sus propios asuntos y problemas, interfiriendo y ralentizando el ritmo hasta lo insoportable.

No sólo personajes de intriga y horror (el taxista psicópata que tan bien encarna Lam Suet), sino de comedia romántica súper-¨light¨ (la profesora de baile de la que está enamorado Zhuang, pasaje del cual vale la pena olvidarse), arrastrando al film a terrenos confusos en extremo, donde se pasa de un género y un estilo a otro con una indiferencia pasmosa, la que muestran los protagonistas y lo que les hace desconectar de lo que sucede a su alrededor; llegado cierto punto el espectador también desconecta, perdido en esta maraña de argumentos, apariciones y desapariciones de personajes secundarios.
Entre ellos se hará especial hincapié por señalar el gran fracaso de las relaciones entre hombres y mujeres, todas ellas disfuncionales, precipitadas a la obsesión enfermiza, la infidelidad o el rechazo, relaciones con las que se irá cruzando la pareja principal y que, de un modo curioso, servirá para estrechar la suya propia; no erramos al decir que esto es un mero vehículo para disfrutar de la química de Lau y Cheng, aquí demasiado sobreactuados y desdibujados en la autoparodia como para creérnoslos en sus instantes cómicos y sobre todo dramáticos.

Lo peor, lo que hace al film estrellarse en el fango de la ignominia, es su pretensión de seguir manteniendo el humor cuando la historia de Minnie abre puertas a temas tan crudos, brutales y dolorosos como el asesinato en serie de mujeres caídas en desgracia...máxime cuando To se esfuerza en plasmarlo así de cruda, brutal y dolorosamente en pantalla, siendo el matrimonio de estilos un imposible, y logrando provocar al espectador no la carcajada, sino la náusea seguida de un incontrolable cabreo. Que la comedia germine en este ambiente cruza límites a los que no se ha atrevido el cine comercial contemporáneo...
El hongkonés demuestra agallas al hacerlo, pero no inteligencia, y así los hechos y sorpresas del nudo y el desenlace (que las hay a tutiplén) se sirven de manera desubicada, ilógica, incoherente y desquiciada. La guinda la pone un sangriento clímax de asesinato y parto que termina por desafiar nuestro sentido común hasta el punto de provocarnos una ceguera histérica con tal de dejar de mirar la pantalla; pero para ceguera la que hubo entre los organizadores de Cannes al permitir la participación de ¨Blind Detective¨ en el festival de 2.013.

Pese a su increíble fotografía e inventiva visual queda como uno de los títulos más torpes de To en toda su carrera; sólo él se atrevería con esta mezcolanza psicotrópica de géneros y extenderla hasta las dos horas de metraje...


El Verano de Kikujiro El Verano de Kikujiro 13-10-2022
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Es admirable como a veces la fuerza de voluntad consigue imponerse a los trágicos cambios del destino, pues pocos pensaban que el señor Takeshi Kitano pudiera levantar cabeza tras sufrir aquel grave accidente a bordo de su motocicleta que le dejaría afectado de una cojera y una parálisis permanente en la mitad de su rostro...

Sin embargo no sólo dedicó tiempo a la pintura, otra de sus grandes pasiones, sino que regresaría pleno de energía y entusiasmo a ocupar su puesto tras la cámara iniciando una especie de segunda juventud en su carrera cinematográfica, cuyo cenit fue ¨Hana-bi¨. Aclamada internacionalmente y galardonada con el prestigioso León de Oro en el Festival de Venecia, aquella sería la obra con la que el director lograra alcanzar la definitiva perfección estética y formal de su estilo y dejara de ser considerado ante sus compatriotas como un simple cómico aficionado a hacer películas.
Dos años después, con motivo de desmarcarse de su cine, pues era muy criticado por las altas dosis de violencia que solía exponer en él, sorprendería a propios y extraños con un proyecto que, efectivamente, poco tenía que ver con sus anteriores obras, y cuya única conexión en estilo y propuesta era ¨A Scene at the Sea¨: un niño atraviesa la pantalla, corriendo hacia la nada, y una mochila con alas de ángel le cuelga de la espalda; es el protagonista de esta historia y su nombre es Masao, que acaba de comenzar las vacaciones de verano, sin embargo incapaz de compartir con nadie, pues su abuela, la única persona con quien vive, ha de trabajar.

Una foto y una dirección de la lejana Toyohashi son el incentivo para animarle a ir en busca de su perdida madre, y las circunstancias quieren que le lleve hasta allá Kikujiro, el marido de una amiga de su abuela y ex-yakuza torpe y pendenciero, fermentos de una premisa que bebe directamente de la clásica serie de animación ¨Marco¨ y que recurre, como anteriores obras del cineasta, a un largo y significativo viaje...
Pero el viaje iniciado en ¨El Verano de Kikujiro¨, narrado en forma de pequeños episodios, carece a primera vista de los motivos esenciales que guiaban a los realizados por Nishi en ¨Hana-bi¨ o a Murakawa y sus hombres en ¨Sonatine¨, y es que en esta ocasión la presencia de la violencia es casi invisible o pretende pasar desapercibida, al menos en su exposición más explícita y brutal (aunque la sangre se vea sobre los personajes nunca se enseñará un enfrentamiento físico ante la cámara).

La travesía pasa por múltiples fases, de la civilización a los espacios abiertos, del ambiente opresivo y sombrío de la ciudad (al que apoyan la presencia de seres como el anciano pederasta o los jóvenes matones) a las carreteras solitarias y los verdes paisajes. Una realidad observada por Kitano desde todos los puntos de vista (atención a cómo su cámara filma desde los ángulos más peculiares), atravesada de vez en cuando por las fantasías y sueños que perturban la mente del niño, en la que los protagonistas parecen tener todos los elementos en contra, sobre todo por la hostil conducta del ex-yakuza...
Pero encontrando de súbito la ayuda de un desfile de personajes a cual más extravagante y que se irán cruzando en su camino, respondiendo curiosamente a figuras situadas al margen de lo establecido como ¨normal¨ o ¨aceptable¨ dentro de la sociedad. Así, el hombre que estrena su coche, el conductor del camión o el gerente del hotel no desean ayudar a los dos viajeros, que hallan sin embargo la simpatía de unos moteros andrajosos, de un vagabundo que desea ser escritor o de una pareja de jóvenes informales. Cada paso en la peripecia es un aprendizaje, un redescubrimiento, un obstáculo superado, un retraso recuperado.

Kikujiro no es amable con los demás, pero se desvive por Masao, su ¨yo¨ infantil o hijo inesperado, y éste, al lado de su compañero cascarrabias, acepta lo que para él es incomprensible e imperdonable. Kitano tergiversa las reglas de un argumento que amenazaba con caer en lo tópico y empalagoso, ¡nada menos que a mitad de metraje!, privando al niño y al espectador de un conmovedor encuentro madre-hijo...¿quién se lo podía imaginar?, ¿quién querría asistir a algo así? También rompe los códigos de su propio cine proponiendo ante todo un viaje en el que la violencia es, en absoluto, la pasajera clandestina de la interacción entre los protagonistas, más bien lo son los intercambios y las similitudes que les unen.
Así, la soledad y melancolía de Masao por la parquedad y el hastío de Kikujiro, el mutismo forzado del primero y la airada verborrea del segundo. Al fin y al cabo dos seres unidos por una desgracia del pasado que deben aprender a soportarse durante un largo recorrido convertido con el paso del tiempo en una doble satisfacción: la de Kikujiro, que vuelve a ser un niño en Masao, y éste, a falta de un padre, disfruta del progenitor ausente. También es un viaje de aprendizaje, de reparación de un tiempo y de una herida, tanto es así que Kikujiro halla en el niño su propio reflejo, pues, como él, fue abandonado por su madre de pequeño.

Superficie de proyección que el cineasta sustituye por inversión de roles al permitir que su álter-ego se atreva a visitar a su propia madre, aunque sin establecer contacto con ella, del mismo modo que Masao.
En el último momento, cuando por fin se separen, el hombre observará al niño marcharse, amargamente y en silencio, como si una pequeña parte de él, de su alma, se fuera también, y tal vez para siempre...

Como una versión luminosa de la ¨eastwoodiana¨ ¨Un Mundo Perfecto¨, ¨El Verano de Kikujiro¨ es a todos los efectos una historia sin fin, un viaje en círculos, que repara pero no resuelve, que conmueve pero no consuela. Cuando lo fatal se sucede, la película nos aborda con el sencillo discurso de que la felicidad quizás no esté donde en un principio buscábamos, sino en el primer lugar en el que nos detengamos, así que el director frena en un último y absolutamente inclasificable tramo que estanca la acción para acudir a un suceso milagroso: juegos a orillas de un río, disfraces improvisados, bailes absurdos, felicidad espontánea, magia en estado puro. Somos invitados a eso...a un mundo perfecto.
La técnica es experimental y sobria al mismo tiempo, lejanía de personajes y planos de cámaras estáticas y de improviso observamos desde los ojos de una libélula, ruptura estética para con el estilo más clásico del director que parece cosa de improvisación, tanto como los diálogos. Humor disparatado, trazos oníricos que arañan lo real y momentos de absoluto silencio; la mezcla es tierna y aberrante y carece de antecedentes, todo ello envuelto en una atmósfera colorida, a veces grotesca, otras fantástica, tomando influencias a partes iguales de los clásicos ¨El Chico¨ y ¨Memorias de un Inquilino¨, la francesa ¨Mi Tío¨ de Tati o la griega ¨La Eternidad y un Día¨, estrenada un año antes de la que nos ocupa.

Como actor, Kitano se vuelve histriónico y alocado, homenajea a Fred Astaire y Charles Chaplin, recupera su faceta más alegre sin olvidar a sus álter-ego más oscuros y las versátiles articulaciones de su rostro bien pueden hacer reír o apenar; sin muchas líneas de diálogo, Yusuke Sekiguchi sale del paso gracias a una actuación sencilla y natural, encarnando un personaje con el que es fácil identificarse. Atípica pareja seguida de los conocidos Akaji Maro, Daigaku Sekine y Kayoko Kishimoto.
La aparición de Rakkyo Ide y Masayuki Suzuki (antiguos colaboradores de ¨Takeshis Castle¨) e incluso del que fuera pareja de Kitano en sus tiempos de cómico, Kiyoshi Kaneko, acerca más el film a las raíces humorísticas del anterior, y la preciosa y emotiva música del maestro Joe Hisaishi termina de embellecer el conjunto. El actor/director rompe una vez más los estereotipos y nos abre de nuevo su corazón en un proyecto íntimo y profundo (tanto más cuanto que su personaje está inspirado en su propio padre, Kikujiro Kitano), con el cual logra transportarnos a los recónditos recovecos de un extraño universo de fantasía y felicidad al margen del mundo real, habitado por sensaciones que sobrecogen e impactan...

Porque resulta que, a veces, la realidad es demasiado plana, gris, dura y desagradable, nos absorbe las fuerzas y nos aplasta entre sus paredes de tristeza. Por ello no está de más deslizarse de cuando en cuando al mundo de los sueños y las ilusiones, allá donde nuestro espíritu recupere esa luz reparadora para proseguir en el arduo y largo sendero de la vida, allá donde por un segundo podamos sonreír inconscientes y nos veamos colmados de eterna alegría, al igual que Masao.
Busquemos en el recuerdo. Seguramente en algún momento de nuestra existencia nos hayamos sentido como él.


Tras el Ensayo Tras el Ensayo 13-10-2022
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El maestro Ingmar Bergman ha desafiado sus propios límites con ¨Fanny y Alexander¨, la obra cumbre, cúspide de toda una carrera, galardonada con honores con el Oscar a Mejor Película Extranjera y por desgracia su adiós oficial al cine...

Sin embargo puede que haya abandonado el negocio del cine, pero no la realización; ciertas características permiten identificar su producción televisiva: le permite desarrollar obras cuya ejecución cinematográfica habría sido más apremiante y onerosa, le autoriza a proseguir impunemente una filmografía cuya clausura se había anunciado hacía poco y, en un sentido estético, introduce una sutil traslación en la creación ¨bergmaniana¨, donde el referente último es su propio cine. Todas ellas propician un proyecto muy humilde pero ni mucho menos sencillo como ¨Tras el Ensayo¨, que remite de nuevo a una puesta en escena influida por el teatro de cámara.
Es el mejor lugar que el sueco puede elegir para refugiarse: el escenario, el decorado interior. Un trasunto nada disimulado se presenta con el envejecido rostro de Erland Josephson, su álter-ego más fiel, la sombra proyectada de su madurez y aún más de su relativo pero venerable sosiego; la obra podría dividirse en tres actos acompañados de un prólogo y epílogo. Los monólogos interiores de un director teatral (Henrik) que encara (como ya hiciera el propio Bergman) la producción de ¨El Sueño¨, esconden bajo una melancólica quietud cierto desdén cínico que será puesto a prueba por la presencia de Lena Olin en el papel de la enérgica Anna.

Este primer acto establece los importantes nexos de unión entre la historia de estos personajes y la obra que deben representar, diametralmente opuesta en cuanto a magnitud y estética pero figurando esta Anna a la Agnes de Strindberg en su difícil viaje y su deber de enfrentar el mundo real y las emociones humanas; no obstante ella es una actriz a la que se la dota, como es costumbre para el director, de una máscara de apariencias donde encerrar esas verdaderas emociones, sustituidas, en una extensión de sus habilidades actorales, por todo un catálogo de palabras y expresiones vacías y plenarias en su desafección.
La dureza y firmeza que predica Henrik, quien se postula como la encarnación de aquel Poeta de ¨El Sueño¨ que parecía no verse afectado por las emociones de los personajes de la obra, poco resiste el peso de su propia debilidad; el tormento del artista creador en su forma más patética aparece una vez más en el discurso ¨bergmaniano¨, pues los grandes artistas se reconocen en esa capacidad para cuestionarse y convertir su insatisfacción en el carburante de una continua renovación creativa. El director expresa, a semejanza de Henrik, que desespera por su vocación, su hastío y soledad ante un artificio (el mismo teatro) que sin embargo es su razón de ser.

Aquél, que tanto rechaza los fantasmas del pasado como las vanas ilusiones del futuro, queda fascinado por su joven y petulante actriz y al mismo tiempo a merced de sus neurosis, cuya vocación nace a raíz de un infierno paternofilial donde los progenitores representaban papeles desprovistos de emociones, teatro de la mentira y la maldad que ella practica de igual manera. Se escinde el tiempo presente debido a una extraña irrupción; si el futuro más fascinante está simbolizado en Anna, el pasado más perverso lo encarna Ingrid Thulin, quien regresa con Rakel a esas habituales criaturas maníacas, convulsivas y devoradas por la enfermedad que ya interpretara tiempo atrás para Bergman.
La aspirante es ahora una niña ante los recuerdos paternos que asaltan la realidad y escenifican una acalorada pelea de altibajos emocionales donde Henrik también se convierte en actor al sustituir a su padre en el escenario; la veterana Thulin se revuelve por el decorado siniestra y apática, y su insoportablemente larga intervención, que marca todo el 2.º acto, deja un poso amargo y espesa aún más la atmósfera, creando un contraste extraño con los suaves y tenues tonos y colores que modela Nykvist, en su última colaboración con el maestro sueco.

Rencor y fragilidad, fatalidad del fracaso profesional y personal, inestabilidad mental, palabrería sin sustancia, pura amoralidad y autocompasión, es difícil hacer frente a la quimera de emociones contradictorias que conjuga este fantasma y que Bergman usa para expiar los demonios de su propio pasado en cuanto a sus relaciones íntimas con sus diferentes actrices, hasta el punto en que nos llegamos a ver del mismo que Anna: como niños indefensos ante semejante vapuleo. Un 3.er acto, evaporado el residuo de Rakel y olvidada la melodramática evocación de Henrik sobre su infancia y el descubrimiento del teatro, es el que termina de desnudar a la anterior.
Y se llevará a cabo a través de una serie de exposiciones donde máscara y rostro encuentran su inesperada conexión, la misma piel que oculta y revela a la vez la composición artificial de la ilusión artística, de la tragicomedia social y del ser en tanto que adopta su forma ante sí mismo y ante los demás; su pérdida o la imposibilidad de cambiar nos hacen ingresar en el dominio del pavor indecible del cine del director, cuya finalidad se encuentra en la desaparición de los rostros. Agnes en este caso no debería ser interpretada por Anna, maestra de ceremonias de la mentira que retuerce las realidades frente a Henrik y le sumerge en sus elucubraciones.

Epítome de su manipulación y de su asunción de la tragedia suministrada por la vocación por el teatro es el juego recíproco de mezquindades donde ella y él se sumergen al final, esa obra teatral íntima que ambos representan, en una esquina del escenario, absolutamente al margen de los verdaderos sentimientos, individuales y de la realidad...y el sueño se termina con las campanas de una iglesia que resuenan en la distancia...

Se abandona el escenario de los sueños y los fantasmas, ya es hora de enfrentar una realidad exterior donde llueve sin parar; las máscaras caen para algunos, otros salen ocultándose tras ellas.
Quedan la soledad y el miedo en el escenario, literalmente pues Bergman atravesó un infierno (debido a graves problemas con los actores y el equipo) para completar esta obra austera, intensa y desesperante que acabó siendo, curiosamente, muy celebrada en su momento.


Black Rain Black Rain 13-10-2022
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Inmensa desde los cielos, claustrofóbica a ras de acera. Así es Osaka, con sus ambientes excesivos, viciados por el humo de la contaminación y bañados en el resplandor de los neones.
Por la noche, éstos tienden a confundirse con el fulgor de los disparos y el rojo de la sangre. Un policía está atrapado en esta jungla futurista y no saldrá de ella hasta cumplir su misión y saciar su sed venganza.

Ya he estado varias veces (porque allí es donde reside mi familia política) y la experiencia siempre resulta única. Japón es una tierra que te atrapa hasta en lo más profundo del alma, tanto con sus enormes y concurridas urbes metropolitanas como con su lado más ancestral. Un lugar de fantasía y tradiciones hiératicas, bello e insólito, moderno y clásico donde uno puede lanzarse a vivir grandes aventuras, y, si se deja volar la imaginación (y más aún si uno es un fan del cine de los 80), aventuras tan emocionantes como las sucedidas en el film que nos ocupa, producto de una época, para qué negarlo, pero infalible sin lugar a dudas.
Dos ¨lluvias negras¨, muy distintas, llegaron desde Japón a las pantallas: el angustiante y desgarrador drama de Shohei Imamura sobre Hiroshima y las vicisitudes de los supervivientes, y este producto de encargo firmado al alimón por Warren Lewis (¨El Guerrero N.º 13¨) y Craig Bolotin (¨Generación Perdida¨) con clarísimas referencias al legendario film de Sydney Pollack ¨Yakuza¨ que caería de rebote en las manos de un Ridley Scott recién llegado de su escarceo con el ¨thriller¨ de suspense en la poco lucrativa ¨La Sombra del Testigo¨ tras sufrir el rechazo inicial de Paul Verhoeven (que estaría preparándose para la producción de ¨Desafío Total¨).

Atractiva propuesta para el cineasta la de filmar en terreno asiático, aunque pasara a la irritación primero y al enfado después por el coste y los múltiples problemas que le causó el rodaje, el cual, debido a la expiración de su visado, tuvo que trasladar en última instancia a Los Ángeles. La acción de ¨Black Rain¨ se inicia con una secuencia mítica que destila aroma de los 80 por todos sus costados: el protagonista, Nick, surcando a lomos de su moto el puente de Queensboro con el amanecer y la envolvente ¨Ill be Holding On¨ de fondo; un tipo áspero, temerario y con problemas personales que responde al prototipo de policía formando equipo con Charlie, agente de carácter más agradable y templado.
Pareciera que vamos a asistir a otra ¨buddy movie¨ al más puro estilo de la época hasta la súbita aparición de un elemento extraño: unos japoneses brindan alegres en un restaurante en compañía de un mafioso italiano (escena más propia de los ¨thrillers¨ hongkoneses por su disparatada incongruencia). Con el contundente tajo de un sable el bien asentado prólogo vira su dirección para introducir a la pareja protagonista en una trama criminal orquestada por la peligrosa yakuza, viéndose forzados a escoltar al criminal Sato a la lejana Osaka...pero la entrega resulta, por desgracia, fallida. Una trampa.

Es entonces cuando se desvela la intención y los cauces del film, cuya premisa no se aleja mucho de las de ¨La Jungla Humana¨ o ¨The French Connection II¨. Nick y Charlie se ven atrapados en un territorio que no es el suyo, subyugados a unas reglas estrictas y a unos anfitriones tenaces; mientras el segundo lo achaca con resignación el primero se revela furioso. A ojos de los demás éstos no son más que civiles extranjeros, unos bárbaros (¨外人¨ (¨gaijin¨), aclara Joyce).
Choque de tradiciones, de culturas, de odios cuyos orígenes se encuentran en los irreparables desastres de la Historia; el visceral punto de vista norteamericano contra el templado y estoico espíritu japonés, enfrentamiento intensificado con la aparición del inspector Masahiro, quien debe ocuparse de tener controlados a los recién llegados neoyorkinos.

Tras un paréntesis en el que se hace hincapié en la adaptación de éstos al nuevo entorno, aceptado por Charlie y muy rechazado por Nick en todos los aspectos (irá directamente a buscar la compañía de una paisana), el guión se acoge a uno de los elementos más comunes del cine ¨noir¨ al que homenajea: la incorporación de una misteriosa ¨femme¨ (que no será japonesa) para ayudar al protagonista siempre que lo necesite, cosa que no se cree ni ella.
Elemento de discrepancia para muchos, más decorativo que otra cosa (la trama sobreviviría perfectamente sin Joyce), pero a pesar de que Bolotin y Lewis abracen todos los clichés habidos y por haber del género, su historia propone un nuevo giro, inesperado y agrio, cuando Charlie se convierta en víctima de la yakuza, incentivo para que Nick, ahora en compañía de Masahiro, se tome la justicia por su mano.

La pareja se modifica. El arrojo de uno contagia al otro y su honestidad al contrario, quien, movido por su inquietud, llegará hasta Sugai, uno de los poderosos jefes yakuza (protagonizando un intenso cara a cara con el desastre de la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki de resorte para los horribles acontecimientos) que es también una de las mejores escenas del film). La intriga, con sus concesiones al policíaco negro de manual, se mueve sin fisuras hasta un último tramo donde el británico nos sirve un festival de acción descarnada e inverosímil (explosiones, tiroteos y persecución en moto incluidos), pero efectuado con nervio y oficio.
Es precisamente su maestría en la técnica visual lo que da un valor extra al conjunto. Así, el Osaka de ¨Black Rain¨ no será sino el reflejo de Los Ángeles futurista de ¨Blade Runner¨, un espacio sugerente en el que la potencia de los fumígenos crea gran contraste con sus abisales recovecos, arrastrándonos Scott a sus profundidades e impregnándonos con los fuertes aromas de su implacable atmósfera, tan sobrecargada y a la vez decadente.

Atmósfera de negras aristas perfilada por una efectista puesta en escena y las excelentes labores en el diseño de producción y en la fotografía de Jan de Bont. Hans Zimmer, en su primera colaboración con el director, aporta una estimulante banda sonora producto también de la época.

Histriónico y chulesco, Michael Douglas encarna sin esfuerzo al protagonista, un policía muy en la línea del Martin Riggs de Mel Gibson aunque sin toda su profundidad psicológica ni locura neurótica, a quien siguen un correcto pero increíble (por incoherente) Andy García y la explosiva Kate Capshaw de oportuna mujer florero y poco más. Para rematar, algunas leyendas del cine nipón: Yusaku Matsuda (fallecido triste y prematuramente a causa de un cáncer tras el rodaje), genial de asesino psicótico, Tomisaburo Wakayama (el legendario samurái de ¨Kazure Okami¨) encarnando a Sugai y el siempre fantástico Ken Takakura en un papel lleno de sutiles matices similar al que interpretaba en ¨Yakuza¨; destacar también la aparición del gran Rikiya Yasuoka.
Embolsándose en taquilla cuatro veces más de su presupuesto, ¨Black Rain¨ fue todo un éxito en su momento recibido como agua de Mayo por su director tras el fracaso de su obra anterior. Hoy permanece, pese a la negativa de muchos, como un pequeño clásico y a la vez testigo del final de una época única para el ¨thriller¨ policíaco. Violencia con estilo, acción vibrante, personajes tipo sacados de una novela negra de bolsillo, luces de neón y la húmeda noche de la irresistible y peligrosa Osaka.

Por supuesto no dejo de preferir la ¨lluvia negra¨ de Imamura (su obra maestra), pero la de Scott es sencillamente incomparable.
Imperdonable es, de todas formas, que los personajes japoneses estén modelados según los estándares norteamericanos de veinte años atrás.


Nunca en Horas de Clase Nunca en Horas de Clase 13-10-2022
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Limpias, modositas, recatadas, finas, dignas, muy atractivas y llenas de vitalidad, las chavalitas pijas parece que tienen el mundo a sus pies, y es que se lo están ganando a pulso.
Porque bajo esa piel de corderas se esconden unas zorras mentirosas, desvergonzadas, traidoras, repelentes, ninfómanas...es el sino de la juventud, y tenemos que cargar con él.

El catalán José Antonio de la Loma siempre fue un hombre con muchas narices y carácter, y sus obras hablan por sí solas; experto en la acción, la crudeza y el movimiento, ya distrajo lo suficiente al público con sus fábulas ¨noir¨ y ásperos ¨thrillers¨ de sabor americano. En el instante en que fallece Francisco Franco y España entra en un inesperado periodo de transición, a su cine le pasa lo mismo que a esa sociedad reprimida durante tantos años: que explota; ¨Perros Callejeros¨ inicia realmente el cine ¨quinqui¨, abrasiva y bruta visión de lo que era la Barcelona más suburbial del momento a través de una joven generación absolutamente condenada al abismo.
Es la comunidad donde mejor se vive el paso de una etapa a otra; con la legalización de los partidos comunistas, las elecciones de 1.977 y la llegada de la Constitución, se puede decir que la libertad ha llegado, cosa que los jóvenes confunden con libertinaje. De la Loma desea captar ese ambiente, el de las llamadas Jornadas Libertarias celebradas en el parque Güell; vuelve a dirigir su mirada a la calle, pero esta vez deja los caminos polvorientos del extrarradio y los desvencijados suburbios y se mete de cabeza en el centro de la ciudad, para explorar con lupa a esa (contra)cultura juvenil que ha surgido.

Sin embargo, donde lo conseguía en su anterior película gracias a la acción, al suspense, al relato policíaco y a la crítica social, fracasa estrepitosamente en ¨Nunca en Horas de Clase¨, enfocando la historia alrededor de los colegios de pago y sus estudiantes, pero proclamando la total corrupción en ellos. Su modelo es la Angélica a la que da vida Nadia Windell, nacida de familia de clase media-alta, se muestra ante sus padres y maestros como una señorita muy digna y respetuosa, pero sólo se oculta mostrándose, pues no tarda en dejar salir su ¨yo¨ verdadero de rastrera, hipócrita y zorra repulsiva, sobre todo al llegar la noche.
Una noche que pertenece a una chavalada empapada de las modas que han entrado del extranjero, las ideas ¨liberales¨, el sexo desenfrenado sin pasión y la droga, antes de la llegada de la heroína; por desgracia el director no construye una trama auténtica sobre la que sostener las sórdidas, depravadas y no poco caricaturescas secuencias que nos lanza a los ojos como puñales. Básicamente veremos deambular de acá para allá a la protagonista junto a su panda de amigas por pubs y discotecas atestados de humo, alcohol y sudor a la caza de hombres maduros.

¿Y por qué? Porque De la Loma se empeña en hacernos ver la debilidad de los hombres pre-Transición contra la juventud posfranquista, un duelo de sexos donde ellos quedan como viejos pervertidos, cobardes y patéticos y ellas como ingeniosas mujeres fatales que saben aprovechar su atractivo para robar el dinero a los anteriores; pero el guión no hace distinciones entre hombres y mujeres: todos y cada uno de ellos está tocado por lo abominable y detestable, todos huyen, se esconden o se arrastran y no hay coraje ni dignidad que valga.
Una de las situaciones alrededor de la cual más se centra el ¨argumento¨ es una ridícula apuesta de Angélica con una compañera: lograr seducir al benevolente y permisivo director del colegio, quien desarrollará un especial interés en ella. Entre estas correrías y fechorías urbanas, un sistema educativo fracasado que no puede permitirse aplicar la mano dura debido a la democracia y al progreso liberal de la sociedad, y unos padres que simbolizan la arcaica tradición de una generación dormida e ignorante con respecto a la siguiente, sus hijos, rebeldes e incombustibles. Pero De la Loma relata todo esto desde un punto de vista tan satírico y agresivo como grotescamente cómico.

Es como si revirtiera la esencia más desenfadada y cachonda del cine del destape, capitaneada por Mariano Ozores (queda plasmado en ese tramo en el que el mismísimo José Luis López Vázquez, que no quiero saber cómo llegó aquí, es engañado por Angélica...uno de los mitos de dicho cine, el macho español, maduro y curtido que se ha equivocado de película, pues termina vencido por la jovencita, quien, en una de las suyas, se habría llevado a la cama con total sumisión), y pervirtiera las hazañas discotequeras y las aventuras juveniles de las muy influyentes ¨Fiebre del Sábado Noche¨ y ¨American Graffiti¨.
Pero el catalán lo hace sin ninguna gracia, acudiendo a la tediosa repetición y a la mofa autoparódica, y lo peor de todo: dejándose mil millones de cabos sin atar, de subtramas y personajes sin desarrollar cuando la película se acerca peligrosamente a un final descacharrante que es también un guantazo en la cara del progreso social. Cuando ese Carlos Ballesteros como el director promulga a viva voz y con total desparpajo la caída total de los valores morales, la corrupción del sistema, la celebración de la perversión, el final de la decencia, en resumen: la victoria de la democracia, que va par a la del libertinaje.

Entre las subidas de tono, unos diálogos llenos de trasnochada jerga adolescente, un humor socarrón y alocado que no pega ni con cola en esa trama sin sustento, confusa, a medio contar y cogida con pinzas, y un pobre reparto que se presta a interpretar a una retahíla de personajes aborrecibles, éste podría ser uno de los títulos más aburridos y torpes del ¨quinqui¨, aunque ni siquiera podría encajarse en este subgénero como tal...
De la Loma se redimiría por esta chapuza con la secuela de ¨Perros Callejeros¨ al año siguiente, la mejor de la trilogía.


¿Hacemos una porno? ¿Hacemos una porno? 13-10-2022
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No son pocos quienes mantienen la firme creencia de que ¨Persiguiendo a Amy¨ fue la última película realmente memorable de Kevin Smith, cuya trayectoria posterior parecía dirigirse en una clara línea descendente hasta tocar fondo con ¨Jersey Girl¨, de la cual todos dudaron que estuviese dirigida por aquel joven que irrumpió en la industria una década antes con la rompedora ¨Clerks¨.

Precisamente en 2.006, ya fuera por nostalgia o ganas de lograr un éxito decente en taquilla, el cineasta recuperó a sus personajes para sorpresa de todos en una tardía y, aunque simpática, algo irregular secuela. ¿Cariñoso autohomenaje y guiño a los fans o intento desesperado para seguir reteniendo a éstos?, nunca se sabe. El caso es que la jugada no le resultó mal a Smith, que salió momentáneamente del bache. Para entonces se propuso desarrollar una idea que le llevaba rondando la cabeza desde mediados de los 90: una comedia romántica situada en el mundo de la pornografía, algo que sin embargo nunca pudo poner en práctica.
Lejos de su New Jersey natal éste comenzaría a rodar la que sería su segunda obra no situada dentro del peculiar mundo iniciado en ¨Clerks¨ (el ¨viewaskewniverse¨). En efecto estaba empezando a olvidarse de su pequeño universo, aunque el inicio de esta película remite directamente al estilo de sus primeras obras (de hecho uno de los escenarios esenciales será una cafetería/restaurante, lo cual nos traerá recuerdos de su ópera prima...¡además, vuelve el hockey!). Esta vez la acción se sitúa en los suburbios de Pennsylvania, donde residen Zack y Miriam, compañeros y buenos amigos desde la infancia, cuya situación financiera no es muy halagüeña.

Sin poder afrontar las facturas por culpa de su estupidez (pues prefieren gastarse el dinero en otras ¨cosas¨) están a un paso de vivir como auténticos mendigos...pero de repente se les ocurre una solución, descabellada e inmoral, con la que poder enriquecerse fácilmente; ese es sin duda uno de los aspectos más interesantes de la trama: no se nos habla de adolescentes que quieran rodar una película porno para pasar el rato, sino de dos personas en la ruina total, sin opciones y con la dignidad por los suelos, a las que no les queda más remedio que perderla del todo si quieren sobrevivir. Así el director, como de costumbre, trata el pesimismo y la amargura existencial desde el punto de vista del humor.
Además de ofrecernos grandes dosis de comedia grosera, ofensiva y bastante estrafalaria (¿ha vuelto el Kevin Smith de ¨Clerks¨ y ¨Mallrats¨?, todo apunta a que sí), abordará utilizando la sátira más irreverente distintos temas como el racismo, la homosexualidad (algo que ya había hecho anteriormente) y la industria del porno amateur, lo cual deriva en algo que le acerca a su ¨yo¨ juvenil: el tratar desde la nostalgia cómo rodar una película con amigos, un equipo cutre y sin presupuesto; esto también provocará que se envuelva la manta a la cabeza y nos bombardee con un puñado de innumerables referencias cinéfilas, demostrando sin reparo alguno su gran pasión y amor por el oficio.

Uno de esos homenajes y tributos que llevan formando parte de su filmografía desde que comenzó y el cual, como es lógico, no podía faltar en esta ocasión, es el referente a su querida ¨Star Wars¨, que aquí parodia sin vergüenza alguna transformando el mítico universo de Lucas en un impagable desvarío porno (para no creerse el ver a Zack de Han Solo o a Barry de R2-D2). Por eso mismo resulta poco agradable que decida destruir (literalmente), no se sabe muy bien por qué, la oportunidad que tendrían los fans de poder asistir a este divertido rodaje; será el segundo giro que tome el argumento y al mismo tiempo su primer bache.
Tras desplazarse la acción hasta la misma cafetería donde trabajan los protagonistas, lo que implica volver a empezar de nuevo ralentizando mucho el ritmo del metraje (en ese momento llevamos casi una hora de película y parece haber pasado ya hora y media), tiene lugar el segundo y más molesto bache de la trama (incluso indigesto, ya que por su culpa ésta se desestructurará perdiendo toda su coherencia narrativa): pese a haber estado soterrada bajo un cúmulo de gamberro y ácido humor negro, la nota romántica emergerá revelándose algo que ya estaba claro desde el principio: el amor entre Zack y Miri, sin duda uno de los motivos esenciales de la historia.

Todo ello provocará que ¨¿Hacemos una Porno?¨ resulte al final tan empalagosamente sentimental y tierna como sucedía con ¨Persiguiendo a Amy¨ o ¨Jersey Girl¨, lo que no le viene muy bien a una película con una premisa tan zafia y cafre como esta. Seth Rogen y Elizabeth Banks, que ya trabajaron en ¨Virgen a los 40¨ (hasta veremos a Gerry Bednob en un papel similar), demuestran una gran química y carisma en pantalla, mientras que Craig Robinson, Justin Long, Jeff Anderson y Jason Mewes (estos dos últimos sin interpretar como protagonistas a Randal y Jay por primera vez para Smith) están simplemente impagables; mención aparte merecen el cameo del gran Tom Savini y la aparición de las actrices porno Katie Morgan y (la legendaria) Traci Lords.
El director, que puso mucho empeño y entusiasmo en el film, no tuvo la suerte de su parte cuando sus expectativas de lograr un gran éxito de taquilla no fueron superadas. Dos hechos propiciaron este desastre comercial: la fuerte censura que le impuso la M.P.A.A., con la que Smith batalló duramente, y la nefasta campaña publicitaria que le organizaron los Weinstein, lo cual puso punto y final a una relación que duraba desde hacía catorce años.

Con todos estos problemas, el simpático, controvertido y alocado cóctel entre John Waters, Judd Apatow y John Hughes que es ¨¿Hacemos una Porno?¨ termina resultando, pese a su exceso de azúcar en ciertos momentos, satisfactorio para los fans del cineasta, quien no se mostraba así de gamberro, ofensivo, provocador y friki desde los tiempos de ¨Mallrats¨.


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